“Ahora me dicen que no vaya a Venezuela. ¡Yo veré si voy o no voy!”. Así se expresó el presidente Gustavo Petro en Barranquilla, el pasado 12 de diciembre, sobre su asistencia o no a la posesión de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela este 10 de enero. Con su ya habitual tono retador y altanero, Petro dejó abierta la posibilidad de estrechar la mano de su amigo Maduro antes de iniciar el que sería su tercer mandato.
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Aunque Petro sigue considerando viajar a Caracas para abrazar a Maduro, lo mejor que podría hacer es no asistir a su posesión. Hacerlo significa legitimar un gobernante ilegítimo, que llegó al poder el pasado 28 de julio de forma fraudulenta, después de robarle las elecciones al opositor Edmundo González. Maduro es un usurpador del poder. Perdió por paliza. Su permanencia en Miraflores es producto de un robo descarado. González sacó 7.303.480 votos y Maduro 3.316.142. Así consta en las actas electorales, contabilizado el 85 por ciento del total de los votos.
Si Petro va a Caracas a legitimar el zarpazo electoral de Maduro, aparecerá en la foto no solo con el sátrapa venezolano, sino con el dictador nicaragüense Daniel Ortega y el cubano Miguel Díaz Canel. Con nadie más. Los otros presidentes se bajaron del bus, unos lo hicieron de frente y los demás buscaron algún pretexto. Inacio Lula, de Brasil, y Claudia Sheinbaum, de México, tradicionales aliados de Venezuela, mandaron a decir que enviarán representantes diplomáticos.
Ambos gobiernos -cuando se desató el escándalo por el robo del 28 de julio- ofrecieron sus buenos oficios para buscar salidas a la crisis. La condición que pusieron fue la publicación de las actas por parte del régimen chavista y como no aparecieron, entonces desertaron como mediadores. No obstante, mantienen una distancia cordial con Maduro, más Sheinbaum que Lula, quien cayó en desgracia por no ser lo suficientemente incondicional con Maduro.
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Otro gobernante que se apartó de forma radical de Maduro fue el chileno Gabriel Boric, quien -pese a ser de izquierda- ha sido contundente en rechazar no solo el fraude electoral del chavismo, sino el comportamiento criminal del régimen contra la oposición.
La presidenta de Honduras, Xiomara Castro, también de izquierda, tampoco estará presente en Caracas el 10 de enero. Y en cuanto a la presencia de Luis Arce -de Bolivia- todo depende de cómo sigan las cosas de Evo Morales, su mentor, con quien ahora sostiene un feroz enfrentamiento. Si va a Caracas, un buen sector de bolivianos pensará que cedió ante Morales.
En la otra orilla están los presidentes que abiertamente no solo condenaron el robo electoral de Maduro, sino que descartaron cualquier posibilidad de viajar a Caracas. El grupo lo encabeza el argentino Javier Milei y le sigue el uruguayo Luis Lacalle Pou, quien recientemente afirmó: “En Venezuela hay una dictadura y el que no lo diga por algo será”.
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Así las cosas, las probabilidades de que Petro aparezca en la foto oficial de la posesión, solo al lado de Maduro, Ortega y Miguel Díaz-Canel, son altas. Ninguno de ellos es modelo a seguir en cuanto a valores democráticos se refiere. Aunque Petro añora los años de la “revolución cubana”, tanto que hace poco escribió un texto apologético sobre la isla, lo cierto es que el régimen castrista es hoy tan despreciado como el chavista y el de Ortega. ¿Esos son los amigos por los que Petro está dispuesto a jugarse su futuro? ¿Por qué Petro no debe ir a la posesión de Maduro?
¿Qué sentido tiene legitimar el robo de las elecciones por parte de Maduro?
Desde que se desató el escándalo del robo de las elecciones en Venezuela por parte de Maduro, el Gobierno de Colombia -con Petro a la cabeza- sostuvo que el reconocimiento del triunfo de Maduro estaba supeditado a la aparición de las actas electorales. Pues bien: el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela nunca reveló las actas, aunque dio como ganador a Maduro. Las actas jamás aparecieron ni aparecerán, porque en ellas consta el triunfo aplastante de Edmundo González.
El Centro Carter -observador neutral de las elecciones- mostró en octubre pasado, ante la OEA, actas originales que demuestran el triunfo inobjetable de González sobre Maduro. Pese a ello, Petro en uno de sus trinos agradeció al Centro Carter que haya evitado -según él- “que me robaran las elecciones”, pero cuando se trata de Venezuela, no le da la misma validez.
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¿De manera que el Centro Carter sirvió para evitar el robo de las elecciones de Petro en Colombia, pero no sirvió para reconocer el triunfo a González en Venezuela? La presencia de Petro en Caracas sería el reconocimiento público y notorio del robo cometido por Maduro y sus secuaces. Quedaría sin piso el cuentico de las actas y Petro se quitaría la careta de su supuesta neutralidad ante el régimen chavista. Punto.
¿Quiere Petro retar a Donald Trump y a sus “halcones” en la Casa Blanca?
Diez días después de la posesión de Maduro en Caracas será la juramentación de Donald Trump en Washington, como presidente de Estados Unidos por segunda ocasión. Y no se trata de hechos aislados. Lo uno tiene relación directa con lo otro. De hecho, varios de los presidentes que declinaron asistir a Caracas lo hicieron pensando en no pisarle la cola al Tío Sam, encarnado en Trump.
A ese tigre prefieren dejarlo quieto, al menos por ahora. Ello es así porque todos saben muy bien que una cosa es Estados Unidos con Joe Biden en la Casa Blanca y otra muy distinta con Trump tomando decisiones en el Salón Oval. Aunque Petro promueve relaciones de “igualdad” entre ambos países, es evidente que una posición retadora con quien manejará buena parte de la política mundial no es la más conveniente.
A diferencia de otras oportunidades, quien estará al frente del Departamento de Estado de Estados Unidos será alguien que no solo conoce muy bien los gobiernos de América Latina, sino que ha sido un despiadado crítico de los presidentes de izquierda de la región, en especial los de Cuba y Venezuela. Se trata del cubanoestadounidense Marco Rubio, uno de los mayores enemigos de Maduro y del chavismo. Sin duda alguna, Rubio tomará atenta nota sobre la presencia o no de Petro en Caracas.
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Con la “paz total” a punto de fracasar, ¿qué sentido tiene seguir con Maduro?
Para Petro una de las ventajas estratégicas de tener a Maduro como aliado era su papel como mediador en los procesos de paz con grupos guerrilleros con presencia en Venezuela, tal es el caso de la “Segunda Marquetalia” de Iván Márquez y el ELN de alias Gabino y Antonio García. Maduro estuvo en tiempos de Santos y las Farc y se suponía que también estaría muy activo en tiempos de Petro y la “paz total”.
Pero cuando la paz total de Petro está lejos de ser una realidad es poco o nada lo que Maduro puede aportar. Hoy esa apuesta de Petro está mucho más cerca del fracaso que del éxito. Maduro puede colaborar o no, pero su papel no es relevante. Maduro no representa hoy ninguna ventaja estratégica para Petro. Comercialmente, Venezuela tampoco resultó ser el gran aliado de Colombia, luego de restablecer relaciones después del rompimiento en tiempos de Iván Duque.
Aunque -obviamente- hubo un incremento en las exportaciones hacia el vecino país, las mismas apenas alcanzaron los 1.000 millones de dólares el año pasado, cuando las expectativas estaban por el orden de los 10.000 millones. Las ventas proyectadas hacia el vecino han estado muy por debajo de las expectativas. Así las cosas, ¿qué sentido tiene la foto de Petro al lado de Maduro?
Aparecer al lado de Maduro es igualarse como sátrapa y ladrón de elecciones
En lugar de asistir a Caracas a abrazarse con su amigo Maduro, Petro debe sumarse a la lista creciente de países que exigen la salida de Maduro de Miraflores. Su permanencia en el poder, contra toda evidencia y con casi todos los países demócratas en contra, solo serviría para ahondar mucho más la crisis venezolana. Ya es hora de que nuestros vecinos comiencen a transitar de nuevo hacia el restablecimiento de plenos valores democráticos, que empiezan con respetar los derechos humanos a la oposición.
Hasta el momento Maduro y sus secuaces, como Diosdado Cabello, se han negado a considerar cualquier salida que no sea su permanencia espúrea en Miraflores. Petro sabe muy bien que a los amigos se les acompaña hasta el cementerio, pero nadie se entierra con ellos. Los hechos demuestran -la lista de asistentes a la posesión es la prueba- que Maduro está cada día más solo. Petro decidirá si permanece a su lado y se entierra con él o si se retira.
Y en ese sentido, volviendo a su frase en Barranquilla, ¡yo veré si voy o no!, no sea terco y bájese de ese bus. Aparecer al lado de ese sátrapa, violador de derechos humanos y capaz de robarse unas elecciones, pone a su mismo nivel a todos aquellos que lo acompañen. ¿Es eso lo que usted quiere, presidente?