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El hecho objetivo de la firma de un acuerdo de paz en sociedades que han experimentado conflictos violentos, es el inicio de un largo proceso que requiere una reconciliación social para avanzar a una democracia sostenible en términos pacíficos.

Ello implica una transformación de las formas de pensar, sentir y actuar de la sociedad, por lo tanto, la forma como es percibido dicho proceso por la sociedad en general es altamente relevante.

De ahí que sea clave que los diferentes actores con influencia en la opinión pública nacional (políticos, líderes sociales, analistas, medios de comunicación y la academia, entre otros), transmitan una información amplia y sin juicios de valor para que la ciudadanía entienda la situación; evitando un lenguaje polarizado que siga levantando muros entre 'amigos' y 'enemigos' y avivando sentimientos de venganza.

Por el contrario, los actores influyentes tienen la responsabilidad de ofrecer insumos para conocer y comprender el proceso desde valores, emociones y actitudes que contribuyan a una mínima coexistencia social: empatía, compasión, tolerancia y perdón. En este sentido, el presente artículo ofrece algunas puntadas para entender implicaciones de cambio socio-cultural en el actual proceso de implementación del acuerdo firmado entre el gobierno colombiano y las Farc.

El diálogo para la paz entre el Gobierno Colombiano y las Farc, el acuerdo y su respectiva implementación, reflejan un cambio en las estrategias utilizadas por las Farc para conseguir sus objetivos políticos.

Están remplazando el uso instrumental de la violencia por la deliberación y el disenso, que contribuye a la construcción de una sociedad más democrática; en este orden de ideas, el país está presenciando una ventana de oportunidades políticas y jurídicas para avanzar a la aceptación y convivencia con actores que desde una visión particular del mundo persiguen metas comunes para la sociedad colombiana.

Ante este panorama, posturas radicales de rechazo a la participación política de las Farc, resultan poco convenientes y limitantes para avanzar hacia una coexistencia social propia de las democracias modernas, cuya tendencia dominante son los valores de autoexpresión.

Otro cambio sociocultural para el tránsito de las Farc como un movimiento social y político, es la deslegitimación de la violencia, es decir, la deconstrucción de los argumentos utilizados para justificar dichos actos.

Para tales efectos, es preciso un ajuste al repertorio y al discurso que soporte su accionar desde la legalidad; desde esta perspectiva, resulta entendible que las Farc tenga entre sus prioridades, la socialización política de sus integrantes en las zonas veredales, de cara a una reconfiguración de creencias y valores políticos que den lugar a actitudes afines con su proyecto social y político sin armas.

Adicionalmente, como todo grupo de influencia social suele contar con el apoyo de amplios colectivos que asuman que dicha estrategia es correcta; es necesario que las Farc transmitan la reconfiguración de su ideario a su base social, siendo necesario entre otros aspectos, que cuenten con recursos tales como sus propios medios de comunicación.

De igual forma, el cambio sociocultural conlleva procesos de socialización y de interacción social poco difundidos a la fecha.

En socialización se destaca la cedulación a sus integrantes para que sean reconocidos como ciudadanos con derechos y deberes, la alfabetización para que puedan desarrollar sus competencias y contar con oportunidades para su desarrollo humano y el acceso a la salud, entre otros.

En cuanto a la interacción social, pocas reflexiones se han desarrollado alrededor de sus relaciones comunitarias que dan cuenta de una visión de sociedad y que una vez constituidas desde la legalidad, serían tan legítimas como bien podría ser la eventual transformación de zonas veredales en asentamientos de integrantes que decidan construir su proyecto de vida personal, social, comunitario y político; entre otras razones, porque en dichas zonas cuentan con redes sociales.

Sin embargo ante esta posibilidad, a través de los medios de comunicación, algunos actores de influencia utilizan un lenguaje que incita al temor y a la desconfianza sobre el futuro del país.

No obstante, a nivel local el manejo de la confianza es diferente, como ocurre en algunos territorios alejados del centro del país, entre los cuales, actualmente hay preocupación por el avance de grupos neoparamilitares ante el vacío de poder de la guerrilla.

En estas zonas, la confianza se construye en medio de la experiencia cotidiana de sus habitantes, quienes en medio del conflicto, han elaborado particulares representaciones sociales de la vida para afrontar la lógica de la violencia; de ahí que la construcción de paz desde los territorios locales sea determinante.

Ante este escenario, no se trata entonces de difundir ideas pesimistas que inciten al fatalismo ni promover un optimismo ingenuo, sino de aceptar que las Farc es un movimiento social que está enfrentando el desafío de salir de la ilegalidad.

Y como tal, debe emprender procesos de socialización para la resignificación de su identidad grupal, mediante: la redefinición de un 'nosotros sin armas', de un 'ellos-adversarios' con intereses diferentes e interlocutores válidos con quienes interactuará y competirá en la arena política, y a través de la creación de alianzas con posibles audiencias-receptores positivos y/o simpatizantes-.

Finalmente, se insiste en la importancia del modo como se informe sobre la implementación del acuerdo, evitando actitudes que giren en torno al círculo de la violencia y que dicha información sea contextualizada, porque el contexto local importa, tal como lo argumentan teorías sobre el contexto facilitador de actos violentos.

En este orden de ideas, es preciso relatar los hechos desde las perspectivas de diferentes actores implicados, exponiendo subjetividades e intersubjetividades que permitan entender las zonas grises y sobreponer la categoría de seres humanos pertenecientes a un país sobre cualquier otra categoría excluyente.

Por Diana Rico Revelo - Docente Dpto. de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Universidad del Norte.