El devenir del gobierno de Juan Manuel Santos pasa en los últimos ocho años por episodios como el progresivo desprendimiento de las lides de su antiguo mentor, el expresidente Álvaro Uribe; las distintas velocidades y atascos de las denominadas ‘locomotoras’ del primer periodo; el manejo con austeridad e impuestos de la caída de los precios del petróleo; el inesperado anuncio de la mesa de paz con las Farc, el debatido acuerdo final y el Nobel de Paz.
También por el empoderamiento del ‘No’ en el plebiscito y la dura oposición de Uribe en el Congreso durante la implementación del posconflicto; los réditos internacionales de la paz con los carnés de la Ocde y la Otan y el destape tras el silencio de los fusiles de estrepitosos escándalos de corrupción como el de Odebrecht.
Todo esto sin contar el primer gran desafío que tuvo que enfrentar Santos a los pocos meses de haberse posesionado: los graves desastres naturales que desde finales de 2010 trajo la ola invernal que produjo el Fenómeno de la Niña, con afectaciones sobre todo en la Costa Caribe.
Según el Gobierno, hubo afectaciones en el 90% del territorio nacional, se registraron 275.569 viviendas dañadas y cerca de 2 mil destruidas. Por ello Santos destinó un presupuesto de $1,76 billones, anunció créditos al Banco Mundial por US$150 millones y la destinación de US$25 millones incautados a los narcotraficantes para atender a los más de 3 millones de damnificados.
Contradictor más fuerte
Otro ‘desastre’ se le vino a Santos apenas un día después de haberse posesionado. Todo iba bien entre Uribe y su exministro de Defensa hasta el 8 de agosto de 2010, cuando la canciller María Ángela Holguín y su entonces homólogo, Nicolás Maduro, anunciaron que Santos y el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se reunirían en dos días en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta.
El objetivo era restablecer las relaciones agravadas desde el bombardeo en Ecuador de 2008 contra Raúl Reyes y rotas definitivamente en 2010 por las denuncias de Uribe ante la presencia de la guerrilla del otro lado de la frontera.
Luego, arreciaron los desencantos: en octubre de 2011 Santos retomó el Ministerio de Trabajo y Uribe, que lo había fundido con el Salud, le dijo 'derrochón' y ante la andanada de señalamientos penales por el AIS, las ‘chuzadas’ y las falsas desmovilizaciones en contra de exfuncionarios uribistas, Santos optó por respaldar a la justicia.
Y el adiós definitivo entre los dos fue el inicio del proceso de paz con las Farc, en septiembre de 2012: el exministro de Defensa de la uribista Seguridad Democrática, programa que tenía como fin derrotar a la guerrilla militarmente, materializaba el inicio de un pacto de desarme que el expresidente no pudo concretar.