Ay, de lejos muy lejos venía un vallenato/ él iba tocando su triste acordeón/ y cantaba con dolor/ la muerte de Pedro Castro...
Ese vallenato póstumo escrito por el maestro Rafael Escalona e interpretado por voces como la de Alberto Fernández o la de Poncho Zuleta es una de las tantas menciones que en la música popular colombiana quedaron del líder liberal cesarense, que apagó su vida en un fatídico accidente automovilístico hace 50 años, el 3 de marzo de 1967, pero cuyo legado vive en las letras de inolvidables canciones que le cantan al Caribe, al Magdalena Grande, a la tierra del legendario Pedro Castro Monsalve.
'El hombre más grande que el Valle ha tenido' nació a principios del siglo pasado, el 5 de noviembre de 1905, tan solo dos años después del fin de la Guerra de los Mil Días y en la mitad de la 'hegemonía conservadora', que comenzó en 1885 y culminó en 1930. En ese contexto creció un 'liberal por temperamento y convicción', como lo definió el doctor Darío Echandía, 'un hombre de trabajo, y de trabajo rural'.
Su hija menor, María Eugenia Castro, directora del Museo de Arte Moderno de Barranquilla, lo recuerda como un 'hombre inteligente, con principios liberales muy fuertes y con un sentido del humor maravilloso, muy risueño y contador de historias'.
Ella hoy es la custodia del amplio archivo personal de su padre, que está conformado por recortes de prensa, correspondencia y transcripciones de sus sesiones en la Asamblea, Cámara de Representantes y el Senado de la República.
En su juventud, Pedro Castro estudió en la Escuela Agronómica de Medellín, donde conoció a su gran amigo Tobías Enrique Pumarejo, con quien descubrió el amor por la música vallenata y competiría por el amor de la que fue su esposa y compañera de causas políticas, Paulina Mejía de Castro.
Con ella formó un hogar con tres hijas, Polly, Leonor y María Eugenia, en el que se respiró liberalismo hasta el día en que Paulina partió a encontrarse con Pedro, el 18 de octubre de 2009.
María Eugenia, que tenía 19 años cuando murió su padre, recuerda con humor que su él solía 'ponerle pereque' a la ‘aya’ de la casa, que era conservadora. 'Ayer me desperté con unos gritos de ¡Que viva el Partido Liberal, carajo! –decía siempre en la mesa– esa seguro fue Mercedes', cuenta entre risas.
Ese humor que lo caracterizó le sirvió para entablar grandes amistades con personalidades políticas de renombre nacional como Alfonso López Pumarejo y Mariano Ospina Pérez. Del primero fue ministro de Correos y Telégrafos en 1942 y del segundo fue ministro de Agricultura en 1948.
Fue López Pumarejo quien lo nombró por primera vez, en 1936, gobernador del Magdalena Grande, el departamento que en ese tiempo integraba al Magdalena, Cesar y La Guajira.
Y de su mano se volvió un ferviente defensor de la 'Revolución en Marcha', el proyecto de reforma agraria de López que, en palabras de Echandía, 'imprimió una radicar renovación, fecunda en consecuencias al concepto de la posesión de la tierra'.
Siendo por segunda vez gobernador, en 1945, firmó el decreto que creó el municipio de Fundación.
Gracias a su gestión en pro del desarrollo de la provincia se construyeron las primeras carreteras para integrar a municipios como Valledupar, Pivijay y Salamina con el resto del departamento y del país. Valiéndole el apodo del 'Gobernador Carretera'.
También entabló gran amistad con Alfonso López Michelsen, aunque no siempre compartieron posiciones políticas.
Al ser un hombre de partido, siempre promovió la unidad del liberalismo, por lo que no comulgaba con la disidencia del MRL que lideraba López Michelsen, quien también fue el primer gobernador del Cesar en 1967, cuando, pese a la oposición de Castro, este departamento se dividió del Magdalena Grande.
No obstante, la gran amistad y relevancia de ambos quedó registrada en vallenatos como La Custodia de Badillo (seguramente que no fui yo/ ni Alfonso López ni Pedro Castro), o el Compae Chipuco (Soy vallenato de verdad/ no creo en cuentos no creo en ná/ solamente en Pedro Castro, Alfonso López y nada más), testimonios del afecto que despertaban en la región.
Visionario
Desde la Gobernación y siendo luego congresista, Castro hablaba de la necesidad de conectar a la provincia, pensaba en la construcción de una gran carretera paralela al río que comunicara a los municipios ribereños del Magdalena, como hoy lo hace la llamada 'Vía de la Prosperidad'.
'Él era muy visionario y adelantado a su tiempo –dice su hija Maria Eugenia– fue de los primeros en hablar de cambio climático'.
Olvidaste que con su sabia palabra/de ese peligro cercano te vivía advirtiendo Pedro/ que el desierto de La Guajira cercana/si pronto no lo atajabas se iba a alcanzar a tu pueblo', cantan los Hermanos Zuleta en La profecía, canción escrita por Julio Oñate.
David Maestre Castro, su nieto, resalta que, al ser el único senador provinciano, recorría constantemente la región, por eso hay menciones suyas en los tres departamentos.
'En ese entonces la tierra de Pedro Castro era casi que toda la provincia', afirma Maestre.
Esos recorridos, comenta, comenzaron en 'lomo de mula' cuando Castro era visitador de la Caja Agraria, uno de los primeros cargos que desempeñó.
Su visión sobre el valor de la tierra y las reformas necesarias para productiva y accesible, fue la gran causa de su vida. Por eso apoyó la 'revolución' de López Pumarejo y por las mismas razones se opuso rotundamente a la Reforma Agraria de Carlos Lleras Restrepo, la cual consideraba regresiva y desfavorable para el país.
Se opuso a la redistribución de la tierra sin una inversión verdadera en el campo, sin la construcción de vías o acompañamiento al campesinado.
Desde el Senado criticó duramente la creación y posterior fortalecimiento del Incora y por ello fue tachado de reaccionario.
Días después de su muerte, López Michelsen, entonces gobernador del Cesar, pronunció una defensa en su nombre, afirmando que cuando todos sus adversarios sean ya olvidados, 'esos juglares de la provincia de Valledupar, que son sus acordeoneros, seguirán cantando, como ya lo hacían en vida, las glorias de Pedro Castro Monsalvo'.