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La Sierra Nevada de Santa Marta, el macizo montañoso más grande del mundo cerca al mar, pulmón de la Costa Caribe e importante fuente hídrica de donde nacen más de 30 ríos que surten de agua a los departamentos de Magdalena, Cesar y La Guajira, es hoy víctima del desastre natural que produce la minería, en este caso la ilegal. La emblemática Sierra está en peligro por cuenta de la fiebre del oro que se está apoderando de ella.

A diez minutos de Palomino, corregimiento de Dibulla, en el departamento de La Guajira, por la Transversal del Caribe, se toma un camino de trocha donde se recorren unos cinco kilómetros, pasando por la imponente finca del exgobernador de Magdalena sindicado por parapolítica Trino Luna, hasta llegar a la cuenca del río San Salvador. Allí en el corazón del mundo, en uno de los sitios sagrados de los indígenas de la Sierra, EL HERALDO encontró una mina ilegal aurífera de aluvión.

Reporteros de EL HERALDO constataron la manera como funciona la mina y el tipo de maquinaria que están utilizando: una retroexcavadora tumba la montaña, una motobomba saca agua del río con una turbina de seis pulgadas, que luego los mineros la mezclan con la tierra que va sacando la retroexcavadora. Si hay oro, este al ser el elemento más pesado se decanta y lo tiran por una maquina clasificadora en forma de zeta, que tiene mercurio adherido para que el oro se pegue a él y luego por un proceso químico lo vuelven a separar. El mercurio y todo lo que sobra se va al río San Salvador, contaminando sus aguas. El daño ecológico que ello produce es irreversible.

Uno de los trabajadores de la mina, con claro acento paisa, al ser interrogado si en la mina utilizan el mercurio, respondió que no. Sin embargo, expertos afirman que con el tipo de maquinaria que allí se utiliza la única manera de separar el oro del resto de los elementos es con el mercurio.

Además del peligro que representa ese elemento químico, la sedimentación como consecuencia de la explotación aurífera es evidente en el San Salvador. De sus aguas, que ya no son cristalinas, se benefician campesinos, agricultores, ganaderos, indígenas y varios pueblos que se encuentran asentados en las bocatomas.

Las aguas del río desembocan en un sitio sagrado de los pueblos de la Sierra conocido como Java Jan, o Madre Vieja, que son bancos de mangle al lado del mar. Los indígenas consideran a esos mangles como úteros de la naturaleza, ya que estos son una fuente generadora de vida; allí los animales desovan, llegan las aves migratorias que traen las semillas que permiten que vuelvan a crecer los bosques y se genera todo el alimento que va al mar y que luego son consumidos.

La montaña donde se encuentra la mina se conoce con el nombre Ukumeizhi, que es un cerro sagrado de la fertilidad y la procreación por la madre vieja que alimenta, que es Java Jan. Para los mamos de la Sierra acabar con el río San Salvador, es acabar con la madre vieja, y acabar con la madre vieja, es acabar con la madre de todos los alimentos.

Las comunidades de Palomino y Dibulla se encuentran preocupadas por los efectos no solo ambientales sino sociales que trae la minería. La evidencia demuestra que las zonas mineras en Colombia han sido foco no solo de pobreza y corrupción sino también de violencia.

De hecho, ya se han presentado migraciones desde el interior del país en busca de ‘El Dorado’ en la Sierra. La comunidad denuncia que no solo en la cuenca del río San Salvador hay minas, sino también en Río Negro y Naranjal. Solo en la zona de Dibulla se cuentan unas cinco minas ilegales, según habitantes de la zona, que solicitaron no ser identificados por razones de seguridad.

La gente poco quiere hablar del tema, se muestra en desacuerdo con la minería y los efectos que esta causa, pero no quieren comprometerse, pues muchos de ellos consideran que si lo hacen sus vidas corren peligro. En la zona se vive una tensa calma.

“Es muy triste lo que le están haciendo al río. Me preocupa lo que está pasando por mis hijos”, comenta un habitante de Dibulla, que también prefirió el anonimato.

Para las autoridades, hay una relación directa entre minería ilegal y nuevas fuentes de financiación de grupos al margen de la ley. En el departamento de La Guajira se identifican cuatro bandas que delinquen, que son: Los Rastrojos, Los Paisas, Los herederos del Frente Resistencia Tayrona de la Alta Guajira y Los Urabeños.

Estos últimos han seguido una estrategia agresiva de expansión y control. Donde ya dominan gran parte del departamento del Magdalena, parte del Cesar y La Guajira.

Los pueblos indígenas de la sierra: Koguis, Wiwas, Arhuacos y Kankuamos esperan que sus sitios sagrados dentro de la Línea Negra, la cual delimita sus territorios ancestrales, les sean respetados.

Arcesio Romero, director de Corpoguajira, indicó que ya recibieron la documentación y la información para iniciar con la Policía las labores de inteligencia y con el equipo de división ambiental están trabajando en conjunto para que se coordinen los operativos.

Por otro lado, Carlos Javier Velásquez, jefe de la división de ciencias jurídica de la Universidad del Norte y doctor en derecho ambiental y urbanístico, considera que pese a que la institucionalidad ambiental en el país está creciendo, cada vez es menos efectiva.

“A mayor burocracia de las corporaciones regionales menor es el control que ejercen”, opina el doctor Velásquez.

Además, cree que las fiscalías seccionales y locales conocen muy poco acerca del tema ambiental y considera que están poco preparadas e instruidas para afrontar ese tipo de casos. Solo ha habido dos condenas en Colombia por delitos ambientales.

Por Redacción Regional