Varios procesos paralelos se vienen engranando a la luz del viejo anhelo de lograr que las ciudades de la Región Caribe operen como un bloque económico integrado, en el que se potencie el alcance de cada una de sus partes a partir de una apuesta por la complementariedad de sus estrategias de desarrollo, más allá de las afinidades culturales.
Hay elementos novedosos en los esfuerzos por hacer realidad esta inacabada tarea, y es en ellos que se inscribe Proyecto Caribe, revista de EL HERALDO que en su segundo número pone la lupa en los planes de desarrollo de las capitales y los departamentos de la Costa. Cómo las iniciativas de planificación se articulan en perspectiva regional, para configurarse en conjunto como un actor verdaderamente competitivo en función de las oportunidades que plantean tanto el mercado nacional como el internacional, son materia de análisis en este nuevo producto de esta Casa Editorial, cuyas páginas siempre han estado prestas para retratar y potenciar los factores aglutinantes del sentimiento y los intereses regionales.
Son significativos los pasos hacia la solidez económica y social que viene dando la Región en los últimos años, y la voluntad política ha sido clave para lograrlo. Los indicadores nacionales dan cuenta de ello, y ratifican una ascendente percepción de que la Costa está pasando de ser considerada la zona más prometedora de Colombia a consolidarse como una zona donde las promesas se hacen realidad, y rinden crecientes beneficios a distintos sectores productivos. Las menores tasas de desempleo están en esta parte del país, que además es la que reduce pobreza a mayor ritmo. En el último año, la educación de calidad también se convirtió en un estandarte de la Costa, con Barranquilla a la vanguardia. La llegada de empresas y de inversión extranjera sigue mostrando estadísticas muy saludables. La construcción en nuestras ciudades se ha perfilado, incluso, como jalonadora de la economía nacional. En el mismo sentido, la producción industrial costeña ha sobreaguado las dificultades y presiones de un entorno complicado; y ya hay también señales de optimismo en cuanto a exportaciones.
Es bastante claro, sin embargo, que los retos siguen siendo tan grandes que por momentos parecería estarse hablando de dos regiones Caribe que contrastan: la del buen ritmo empresarial y la del rezago en áreas sumamente sensibles, como la protección de los derechos básicos para los niños. La Costa aún tiene el mayor porcentaje de población pobre, a pesar de ser la que más reduce año tras año este indicador. La desnutrición, la informalidad laboral, la cobertura y la inclusión social, y la concreción de proyectos clave de infraestructura, son otras tareas a resolver. Por eso uno de los mayores objetivos en la planificación regional apunta a irrigar a todos los sectores de la población esos beneficios de los que da cuenta la economía.
Cada vez es más clara la importancia del papel que puede jugar el Río Magdalena en este propósito; el que otrora fuera eje del desarrollo, vuelve a proyectarse como plataforma de oportunidades para materializar una cooperación regional mucho más eficiente. En torno a la vieja arteria del progreso se están articulando proyectos con un joven impulso. Vistos como un todo, trazan una hoja de ruta que solo necesita sostenimiento y voluntad para que el proyecto Caribe tome vuelo.
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