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Fue un combate feroz por nueve horas y media, desde temprano en la mañana hasta casi terminada la tarde. ‘Baudilio’, guerrillero que lleva 24 años en las filas de las Farc, recuerda en especial ese enfrentamiento de 2004 con paramilitares del Bloque Norte en las estribaciones de la Serranía del Perijá, pero no sabe el día ni el mes; también se acuerda de que hubo 'varias bajas, muertos, de parte y parte', y rememora que un fusil Galil 5,56 fue el arma que usó en ese entonces: 'Me sirvió –asegura– para salvar mi vida y la de varios compañeros'.

Hoy ‘Baudilio’ forma parte de los cerca de 150 combatientes de los frentes 19 y 41 que están en Tierra Grata, Zona Veredal Transitoria de Normalización del municipio de La Paz, norte del Cesar, de tierras fértiles con un inusual color rojizo, donde las mañanas y las tardes son refrescadas por los vientos que soplan de la Sierra Nevada o de Perijá.

Desde hace un año es un francotirador, especialidad militar a la que se llega por la alta precisión a la hora de disparar la poderosa arma que le fue entregada: un fusil Remington de fabricación estadounidense, con alcance de 800 a 1.500 metros.

Aunque afirman que 'las armas son un medio, más no un fin', los guerrilleros en vía de reincorporación, en virtud del Acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y las Farc, firmado en Cuba, algunos reconocen que por tantos años de lucha llegaron a tener una afinidad con sus fusiles, pistolas, carabinas o ametralladoras, hasta el punto de ponerles nombres, cuidarlas como lo más preciado, dormir, sentarse, comer y caminar con ellas. Al fin y al cabo fueron elementos de protección para quienes los portaban o para cuidar a sus tavárishch, que en ruso significa compañero.