El bollo dulce no solo es un exquisito bocado típico de la gastronomía cordobesa que suele acompañar el desayuno. También va bien en el almuerzo, la cena, e incluso como postre, o ‘entre horas’ como merienda; solo, o unido con carne, bocadillo, queso y en ocasiones mantequilla.
Este producto, conocido en otras regiones de nuestra Costa Caribe como bollo de mazorca, se elabora a base de maíz tierno, y en Córdoba funge además como una de las fuentes económicas más ancestrales entre la población campesina.
Tal es el caso del corregimiento de Martínez, jurisdicción de Cereté, lugar reconocido por la particular y deliciosa elaboración que hacen del envuelto.
Para rendir tributo a este platillo que genera economía y sirve de apoyo a la base alimenticia de la gente, allí se celebra el Festival del Bollo Dulce, que convoca a toda la población y a cientos de visitantes de todos los rincones del departamento y la región.
María Irene Madera Castellanos es una de las productoras y vendedoras de bollo dulce que ha dedicado toda su vida al oficio, pues desde niña ayudaba a su mamá en la preparación.
'Tengo más de 50 años de hacer bollo, aprendí con mi mamá, Felipa Castellanos, quien también elaboraba bollo de limpio y bollo de plátano, pero cuando crecí me quedé con el bollo dulce porque se vende más', dice entre risas.
Nacida en 1946, María Irene, la mayor de cinco hermanos, tuvo una niñez en la que el estudio era un privilegio para ricos y hombres, por lo que forzosamente se convirtió en la auxiliar de su madre en los quehaceres de la casa y esto le permitió conocer los secretos del negocio familiar de los bollos.
'Con mi papá, José Nicolás Madera, y mis cuatro hermanos menores, todos en algún momento trabajamos juntos en la elaboración de bollos, luego seguí la tradición con mis siete hijos y mi esposo, Epifanio Solano', manifiesta.