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A los campesinos de las casuchas, fincas y humildes viviendas de la interminable área rural de La Mojana, una región con más agua que tierra, con más gente pobre que innumerables terratenientes, hace un buen tiempo que las abarcas son simplemente un otrora pedazo de cuero lleno de lodo.

A ellos poco les importa lo que digan los expertos climatológicos o las autoridades locales sobre el fenómeno de La Niña o la primera o segunda temporada de lluvias del año. Da igual. Hace un año tienen el agua al cuello. Y, lo peor, es que desde hace un año, día tras día, han visto morir a sus gallinas, cerdos, palomas y hasta los perros guardianes de sus hogares por las aguas desbordadas del río Cauca que –sin piedad– siguen entrando por el boquete de Cara e’ Gato, en San Jacinto del Cauca, Bolívar.

Aquella noche del 2021 el ‘chorro’ solo medía 15 metros, pero hoy –con toda el agua que ha pasado por debajo del puente– la abertura es de más de un kilómetro. Las vacas han muerto ahogadas en las miles de hectáreas anegadas. Y, las que han sobrevivido, han tenido que ser sacrificadas porque sus patas sufrieron fracturas al quedarse estancadas en el barro.

En medio de toda esa angustia, ha habido de todo. Dueños de tierras secas que se han aprovechado de la situación y han cobrado precios exorbitantes por el alquiler de sus parcelas, como campesinos desesperados que han rematado sus gallinas y patos a precios pírricos. Todo con el objetivo de conseguir algún dinero para subsistir, para conseguir algo de dignidad luego de que sus hogares solo sean parte del paisaje de una inmensa laguna.

El solo número de damnificados es doloroso; sin embargo, no está ni cerca de aproximarse a la crisis vigente. Según datos entregados por la Procuraduría y la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, la emergencia ha dejado más de 63.000 damnificados y afectaciones en cerca de 21.000 hectáreas de tierras fértiles, cifras que según los líderes sociales no están actualizadas, no coinciden ni siquiera en la página de la entidad (RUD) y distan mucho de la realidad porque –según ellos– no se han censado a las poblaciones más distantes de los cascos urbanos.

Aún así, para acercarse un poco a la realidad, basta con revisar los informes de los gobiernos departamentales. En Córdoba, por un lado, las autoridades han declarado calamidad pública en 28 de los 30 municipios. Ayapel, el único territorio que hace parte de La Mojana, reporta más de 3.458 personas inundadas.

En Sucre, por su parte, la situación es mucho más grave. El gobernador Héctor Olimpo reconoció que más de 35 mil personas han sufrido por esta problemática, distribuidos de la siguiente manera: Sucre (Sucre), 23. 271; Guaranda, 3.822; Majagual, 3.781; San Marcos, 11 294; San Benito, 15. 661, y Caimito, 5.674.

'Ver la desesperación de la gente es realmente agobiante. Nos duele la Mojana y el San Jorge; todos somos uno solo en esta emergencia', se resignó.

Para colmo de males, a pesar de las inversiones y de los intentos de cerrar el boquete, que ha fracasado en dos ocasiones, el agua sigue entrando por la zona, evitando la recuperación económica de los campesinos.

'Las pérdidas en dinero, sin meter los daños ecológicos por la destrucción de la vegetación y el pasto, están promediando los 400 millones de pesos. Tenemos un año sin poder utilizar las tierras', aseguró Víctor Vergara, un reconocido ganadero de la región.

Hoy, desde tempranas horas de la mañana, líderes sociales ‘celebrarán’ el cumpleaños de un drama sin solución.