Desde siempre la ropa interior ha sido no solo una moldeadora de figuras y símbolo de femineidad erótica, sino también una narradora tangible y silenciosa de los cambios que la mirada ajena considera sensual y lo que no. Un árbitro moldeado por la mercadotecnia y la publicidad a través del tiempo.
En agosto de 1996, en el Hotel Plaza de la ciudad de Nueva York, se celebró el primer desfile de Victoria’s Secret. 16 modelos hicieron parte del espectáculo, entre ellas Stephanie Seymour. Un año más adelante, en el del 97, la acompañaron otras como Tyra Banks, Naomi Campbell y Helena Christensen.
Transcurrían los noventa, una década marcada por la figura de la supermodelo y unos cánones de belleza inalcanzables. La fiebre por el ejercicio y la obsesión por lograr la silueta perfecta fueron el resultado de un bombardeo mediático y publicitario de parte de las marcas que impusieron a toda costa un molde a seguir.
El evento creció como una bola de nieve imparable. El 15 de noviembre de 2001 se emitió por primera vez en televisión a través de la cadena ABC y más de 12 millones de personas fueron espectadoras del acontecimiento. Fue la masificación de los ángeles de Victoria’s Secret, un séquito de féminas modelando lencería con fastuosas alas acompañadas de artistas musicales y un imponente escenario lleno de luces y toda parafernalia.
A pesar de las críticas y las quejas que nunca faltaron, el encuentro se volvió un fenómeno televisivo en todo el mundo y logró expandir tanto su nómina de modelos como sus alas por todos lados, a tal nivel que varios de sus desfiles se celebraron en otras ciudades fuera de Nueva York, como Londres, París y Shanghái.
Pero es ley que todo lo que sube tiene que bajar, y aún más cuando algo no se adapta a los cambios que producen naturalmente los tiempos. Durante los últimos años ha venido creciendo un espíritu que busca liberar el cuerpo de la mujer de toda atadura mental y física sin importar cuál sea su contextura.
Esa conciencia sobre el cuerpo, como ha sido llamada, ha influido en la manera como se visten los mismos, trayendo consigo una configuración en los cánones de belleza tradicionales y dejando a un lado la idea de que la mujer debe ser sensual solo para el goce del hombre.
Pero la marca de lencería se opuso firmemente a que modelos de tallas grandes, otras bajas y hasta transgénero caminaran en su desfile. Fue cuando en 2018, mientras vivían su peor crisis, tanto financiera como de imagen, la cantante Rihanna creó Savage X Fenty, una nueva marca de ropa íntima que eclipsaría a la veterana Victoria’s Secret, que terminó cancelando su icónico desfile anual de forma indefinida.
El discurso de Savage X Fenty fue claro y conciso, querían a toda costa ser reconocidos como una firma que enfatiza la confianza y la inclusión con diseños para todos los géneros, tamaños y orígenes. El éxito fue tan rotundo que, a tan solo un mes de su lanzamiento, se agotó su primera colección.
Desde entonces se celebra el Savage X Fenty Show, un desfile transgresor y vanguardista del que hacen parte artistas, cantantes, modelos, bailarines, coreógrafos y personalidades de todos los tamaños, contexturas, tonos de piel y géneros. Las dos últimas versiones han sido difundidas con gran éxito por Amazon Prime Video.
Este año, la presión social y la crisis interna finalmente obligó a Victoria’s Secret a prescindir de los ángeles que por mucho tiempo mantuvieron a la marca en la cúspide, en cambio optaron por hacer un giro radical nombrando una nueva corte de embajadoras sin mirar sus tallas, entre las que se encuentran Paloma Elsesser, Valentina Sampaio, Priyanka Chopra y Adut Akech, entre otras.
Lo cierto es que los tiempos son otros y soplan consigo aires de cambio y aceptación que han dejado atrás los estrictos cánones del pasado. La sensualidad ahora tiene un nuevo significado.