Si hay una palabra que define el pasado y el presente de la barranquillera Gloria Herrera, esa es la resiliencia.
Inició en el baile de pequeña, viendo a su hermana mayor, quien hacía parte de la Escuela de Danza de Marlio Cortés. Luego sus movimientos de cadera llegaron a galantear en la cumbiamba La pollera colorá hasta que en 2007 ingresó a la escuela del coreógrafo Marlio. Con él bailó de manera profesional y en época de Carnaval hacía parte de su comparsa Afrocaribe.
Hoy, con entereza y elocuencia en su relato, hace memoria de la situación y del diagnóstico que cambió su panorama.
Todo empezó el Martes de Carnaval de 2009 cuando una dolencia que hacía un tiempo minaba su pierna izquierda no fue aliviada. En aquel momento vio cómo murió ‘Joselito’ y con él la posibilidad de seguir bailando en la Vía 40.
'Ese día recuerdo que me iba a poner en pie para bailar en el desfile y para mi sorpresa la pierna izquierda me falló y me caí de rodilla. En un principio pensé que estaba lesionada porque venía de muchos días de ensayo y tenía el trajín de la universidad, pero no era así; al final decidí hacerme varios exámenes'.
La primera opinión médica que recibió fue la de un reumatólogo, quien le dio a conocer que en sus resultados algo no iba bien. Luego fue remitida al ortopedista, quien al practicarle los rayos X detectó un tumor.
'De inmediato me dijo que debía hacerme una biopsia con un ortopedista oncólogo que en su momento solo podía encontrarlo en Cali y en Bogotá. Viajé a Bogotá y allá me hicieron dos biopsias y al mes, justo cuando estaba en una peluquería, recibí la llamada del especialista. Recuerdo que me dijo que presentaba un osteosarcoma (cáncer de tibia). En ese momento le pedí a mi peluquera que me cortara el cabello, así que pasé de tener el pelo por las caderas a los hombros. Mi mamá estaba ahí, no comprendía mi decisión, pero después de explicarle se fue en llanto'.
En aquel momento tuvo claro que no podía anticipar la derrota sin dar la batalla. Ante sus ojos se alzaba una pelea que tenía que dar desde cero y un proceso del que debía aprender por sí sola.
'De lo único que estaba segura era que se me iba a caer el cabello porque no imaginaba los efectos secundarios de las quimioterapias. Después, cuando inicié el tratamiento, me di cuenta que son lo más horrible del mundo. Uno siente como si recibiera garrotes en el cuerpo. A eso se le suman los vómitos, los mareos y los desmayos (...) Yo creo que pude soportar todo porque nunca pensé en la muerte'.
Después de cumplir su ciclo de quimioterapias, durante seis meses libró el cáncer. Pero su lucha no terminaba. Por recomendación de los expertos debía ser intervenida para retirar la parte del hueso afectada y reemplazarla con un titanio que tuviera la misma funcionalidad y que le permitiera seguir caminando con su pierna.
En esa operación, que se dio a pocos días de haber culminado las quimioterapias, su cuerpo adquirió una bacteria que la llevó durante ocho años a luchar por una pierna que finalmente fue amputada.
'Duré ocho años con antibióticos, me realizaron 17 operaciones intentando salvarla, pero la pierna no dejaba de supurar pus. Llegué a tal punto en que entraba al quirófano cada tres días porque no me bajaba la fiebre ni el malestar. En ese tiempo volví a la universidad a terminar mi carrera en Comunicación Social y Periodismo, que había dejado en receso por la enfermedad (…) En esos años consulté a todos los médicos que me recomendaban, pero nadie sabía qué hacer conmigo. Un día cualquiera alguien me preguntó que si no había pensado en recibir una opinión médica de afuera, pues conocía a un ortopedista en Estados Unidos que podía hacer algo por mí. De inmediato me puse en contacto con la persona y le mandé mi historia clínica'.
En 2012, sin cáncer, con una infección a flor de piel y con el pronóstico nulo para llegar a ser madre, quedó embarazada de los mellizos Gabriel y Fiorella Núñez. En 2016 viajó a Estados Unidos. Allá sus médicos vieron viable realizarle un trasplante de hueso de una persona fallecida, pero esto cambió cuando al practicarle algunos exámenes encontraron que sus órganos estaban afectados a raíz de los medicamentos, así que fue necesario amputar su miembro inferior izquierdo de manera inmediata.
'Fue muy duro para mí, pero pensé en que si eso era lo que me iba a dar calidad de vida debía hacerlo. Me hicieron varios estudios y me mandaron a investigar sobre el procedimiento plastia rotacional, que consiste en retirar la parte inferior del fémur, la rodilla y la tibia superior. Luego, la parte inferior de la pierna se gira 180 grados (dejando el pie hacia atrás) y se une al fémur. Este fue el procedimiento que me realizaron. En mi proceso nunca me había sentido tan segura de que eso que me habían recomendado era lo mejor para mí'.
Aunque en esa intervención estaba la solución que le devolvería la oportunidad de caminar y seguir su vida, nada fue sencillo. Luego de la operación una de sus venas que conducía el fluido de sangre a su pie se había obstruido y era necesario practicar otra operación para salvarle el pie.
'Esa operación demoró 17 horas, igual que la primera. Lograron salvarme el pie, pero en ese proceso quedé con la herida expuesta porque mi pierna estaba hinchada. Al levantarme no me dolía nada, pero cuando el médico me explicó lo que estaba pasando enseguida le dije que yo sabía que al tener una herida abierta estaba expuesta a cualquier infección, así que necesitaba que me dieran una pronta solución. De inmediato me dijo que tendría a mi lado un médico monitoreándome cada 60 minutos, al igual que me estarían aplicando antibióticos muy fuertes. Y así fue. A los cinco días me hicieron un injerto de piel para tapar la herida, pues no se quisieron arriesgar'.
Al regresar de Estados Unidos y ver a su familia sintió que el alma le volvió al cuerpo. Se puso al día con su etapa de mamá, disfrutando a sus hijos, pues en medio de su proceso esa experiencia había quedado postergada. En noviembre del mismo año contrajo nupcias con Kevin Medina, que es para ella 'un regalo de Dios'. Años después trajo al mundo a su tercer hijo, Juan Pablo Medina, quien le recuerda que Dios la 'sigue viendo como la niña de sus ojos'.
Hoy día, con una prótesis de 3.5 kilos que la mantiene en pie, que le permite seguir con su vida y bailar hasta el cansancio; se considera una mujer feliz, fuerte y confiada de que lo mejor está por llegar. Aún hay aspectos de su cuerpo que no han mejorado, como es el caso de sus uñas y el crecimiento de su cabello, pero esto no ensombrece sus ganas de comerse el mundo.
'Hoy puedo decir que lo mejor que me ha pasado ha sido haberme amputado la pierna. Ahora puedo volver a bailar todo lo que me encanta'.
Sus movimientos al caminar los recuperó —dice— luego de someterse a tres meses de terapia, mientras que para bailar socialmente le tomó seis meses. En cuanto a los ritmos musicales más exigentes como la champeta y la cumbia le tomaron tres años.
Agradecimientos a Centro de Convenciones de Cajacopi Unidad Prado.