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La violencia intrafamiliar ha dejado de ser considerado un asunto privado, para ser tratado como un problema de salud pública que debe intervenirse. Aunque las estrategias públicas para tratar esta situación cada vez son más notorias en los medios de comunicación, que constantemente hacen las denuncias al respecto, los casos de violencia intrafamiliar son persistentes.

Según Forensis 2011 (documento del Instituto nacional de medicina legal y ciencias forenses), en los casos de violencia intrafamiliar y violencia sexual, las mujeres son las principales víctimas.
En la violencia de pareja, el 84,4% son casos en contra de las mujeres y 11,5% contra los hombres. En la vivienda, durante las horas de la noche y los fines de semana, es cuando más se registran casos de la violencia intrafamiliar.
Ana Liliana Ríos García, médico especialista en salud familiar y gestión pública, explica que las cifras reales de este fenómeno no son las que se registran en las estadísticas. Muchas de las personas violentadas no denuncian, o cuando llegan a los servicios de salud se encuentran con profesionales de la salud que no indagan sobre esta condición.

En un estudio realizado por la Universidad de Seattle, donde se entrevistaron a médicos de familia sobre las dificultades que enfrentan para indagar a las mujeres sobre violencia doméstica, el 50% mencionó limitaciones de tiempo, falta de preparación sobre el tema, miedo a ofender a la paciente, sensación de incapacidad y frustración al tratar el tema, no saber cómo abordarlo o cómo preguntar.
El papel de la familia. Dado que el problema en sociedades como la nuestra tiene alto grado de tolerancia y, en muchos casos, de aceptación por parte de la víctima y el entorno social, una de las principales estrategias para la prevención es fortalecer el rol de la familia como el primer espacio de socialización del respeto por el otro, por uno mismo y por la diferencia.
'La prevención de la violencia doméstica parte del hogar, donde debe inculcarse una convivencia caracterizada por la formación en valores, que deben ser vividos no solo en el núcleo de la familia, sino llevarlos a los espacios cotidianos, a la escuela, al trabajo o los espacios de recreación', señala la especialista.

Los valores son las características morales de las personas, que promueven su crecimiento y son desarrolladas mediante su experiencia en el mundo, por lo que es una decisión netamente personal.
Sin embargo, desde el punto de vista social, es claro que sociedades como la nuestra requieren sobre todo de personas que piensen no solo en el bien propio sino en el común, que sean solidarios, que puedan sentir el dolor y la necesidad de los demás. 'Estas personas tendrán menos posibilidad de mostrar conductas violentas en la comunidad y en su hogar', dice la doctora.
El estado reconoce la importancia de la familia en la formación de los jóvenes y en la prevención de la violencia.
La Ley 1620 del 15 de marzo de 2013, en el artículo 22, menciona a la familia como parte de la comunidad educativa, en el marco del Sistema nacional de convivencia escolar y formación para los derechos humanos, la educación para la sexualidad y la prevención y mitigación de la violencia escolar.

Las buenas costumbres deben promoverse durante los procesos iniciales de formación, de ahí el rol fundamental de la familia. Asimismo, los adultos tienen la obligación de ser ejemplo de estas, en la vía pública, en los trabajos, tiendas, con nuestros comportamientos cotidianos. A través del ejemplo se educa a mejores personas, mejores ciudadanos.

Según la doctora Ríos, hay que motivar a los niños y jóvenes para que se involucren en actividades altruistas, educándolos para que puedan sopesar las alternativas de su actuar con todo cuidado y reflexionen sobre las consecuencias de sus actos. Si es así, la conclusión es una sola: la violencia nunca es la mejor opción.
Las cifras de la violencia intrafamiliar. La Encuesta nacional de demografía y salud (Ends 2010) Profamilia denomina la violencia intrafamiliar como 'cualquier tipo de abuso, ya sea verbal, psicológico, físico o de cualquier otra índole, de un miembro de la familia sobre otro'. En este sentido, no es una situación presente solo entre cónyuges o parejas, también se incluye el maltrato infantil, la violencia hacia el adulto mayor, hacia discapacitados o cualquier otra persona que conviva o que haya convivido con el agresor. Según Foresis 2011, la violencia intrafamiliar ocupa el segundo lugar en el cuadro de la violencia no fatal, después de la violencia interpersonal.
En el 2011 dejó 89 mil 807 víctimas en el país, con una tasa de 195,04 por cada 100 mil habitantes.

Los resultados del informe hablan de lo preocupante y trascendente de la cifra, si tenemos en cuenta que la familia es donde los niños se hacen una idea de lo que significan las relaciones de pareja y entre los más cercanos.
De los 89 mil 807 casos de violencia intrafamiliar en el 2011 (371 más que en el 2010), según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, los principales victimarios de niños y adolescentes son los papás y las mamás (62,3%); luego está el padrastro (8,5%); y otros familiares civiles y consanguíneos (7%).

Esto muestra el incremento de los casos de violencia e intolerancia en el espacio donde las personas deberían estar más seguras y cómodas, su hogar. Debido a los horarios laborales de muchos padres, en muchas ocasiones es la televisión, el internet y los videojuegos, los espacios formadores de muchos jóvenes, y en ocasiones no existe un buen filtro para determinar qué tipo de información es adecuada para que llegue a ellos.

Por otra parte, dice la doctora Ríos, algunos padres permanecen con un sentimiento de culpa por el poco tiempo que comparten con los hijos, y lo compensan no estableciendo normas de conducta en estos o demostrando su afecto exclusivamente con objetos.

Por Ana Liliana Ríos García
Especialista en Salud Familiar