Jesús* tenía 17 años, Andrea*, 22. Ambos convivían con sus respectivas parejas y disfrutaban de momentos especiales. Sin embargo, tiempo después se dieron cuenta de que había un tercero en sus relaciones: el virus del VIH.
No se trata de otra persona que conquistó el corazón de la pareja. Es algo mucho más poderoso que produce un deterioro progresivo del sistema inmunitario de la persona, con la consiguiente inmunodeficiencia.
El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), explica la Organización Mundial de la Salud, infecta a las células del sistema inmunitario, alterando o anulando su función.
Desde que se declararon los primeros casos de VIH –hace más de 35 años–, 78 millones de personas han contraído el VIH y 35 millones han muerto por enfermedades relacionadas con el Sida.
Jesús tiene hoy 40 años, 23 de ellos de estar infectado. La persona con la que estaba murió a causa del virus, y 'por deducción' supo que lo tenía.
Andrea no consideró necesario el uso del preservativo durante sus relaciones sexuales porque '¿para qué?'. Era la persona con la que estaba compartiendo su vida. En ese instante no pensó lo que hoy aconseja a muchos, 'uno no está exento de nada'. Ella no estuvo exenta de infectarse.
Ellos dos, sin conocerse, tomaron la misma decisión –y la de quizá la mayoría de personas–: callar su diagnóstico.
Jesús lo asumió como algo jocoso. Pensó que con 20 años de vida, que en ese entonces era la expectativa, estaba perfecto. En el fondo era un temor a que la gente se enterara, 'rechacé la parte médica, pero la enfermedad como tal la acepté porque la viví con mi pareja hasta que murió'.
Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín. Al regresar a Barranquilla tuvo una infección en el estómago, bajó mucho de peso y luego llegó la toxoplasmosis con afectaciones en la parte nerviosa y entró en una demencia. En ese estado mental 'salió todo' y fue como se enteró su familia del diagnóstico.
Su primera prueba de VIH salió negativa, la segunda dudosa y la tercera fue positiva. Un amigo cercano fue el encargado de hablar con la familia. 'Encontré el apoyo de mi mamá, mi hermano mayor y la fundación Esperanza por la vida'.
En el marco del Día Mundial del Sida, ONUSIDA presentó un informe que muestra que el acceso al tratamiento por parte de los pacientes ha aumentado significativamente.
Actualmente, el tratamiento con antirretrovíricos eficaces permite mantener controlado el virus y prevenir la transmisión para que tanto las personas infectadas como los que corren riesgo de infección, puedan llevar una vida saludable, larga y productiva.
Para el año 2000, solo 685.000 personas que vivían con el VIH tenían acceso al tratamiento antirretrovírico. La cifra cambió notablemente para junio de 2017 donde alrededor de 20,9 millones de personas en el mundo tenían acceso a esos medicamentos vitales.
'Es claro que, hoy en día, tener una relación sexual sin preservativo es como jugar una lotería para perderla, no solo por contraer el VIH, sino cualquier otra enfermedad de transmisión sexual', dice Carlos Eduardo Pérez, médico infectólogo de la clínica Marly.
Jesús llegó a tomar 25 pastillas diarias, ahora son solo seis. Se abstuvo por mucho tiempo de tener relaciones. 'Me empoderé de la situación que aprendí en la fundación, de saberme proteger y proteger a los demás, de mi responsabilidad social con las personas que estoy'.
A partir de ahí fue 'un ritual', como él le llama, antes de tener una relación sexual. 'Siempre opto por decirle mi verdad a la persona con la que voy a estar. Hablar de lo que soy y lo que tengo y la persona decidirá si quiere estar conmigo o no'.
Eso, lo define, en convertirse en un poco frío, pero en el fondo lo que busca es proteger a la otra persona porque para él 'siempre hay un temor'.
'Yo tengo que dar la clase. Da risa, suena aburrido pero sé que también es un delito. El hecho que no le diga a una persona que estoy infectado con VIH es un intento de homicidio'.
Jesús dice sobre las personas que aún no reconocen su diagnóstico que 'la decisión se respeta, pero deben aceptar la situación. Es leer e informarse que el VIH no significa muerte. Mejoras hasta tu calidad de vida porque dejas de comer comida chatarra, valoras muchas más cosas'.
'Hay posibilidad de vivir, de cumplir sueños. Aquí no se acaba la vida. El pasado no lo puedes echar atrás, debemos vivir el aquí y ahora'.
Andrea tiene ahora 46 años y dos hijos. Su diagnóstico se dio por una campaña de salud en la ciudad donde vive. 'Por el estigma y la discriminación, mi pareja falleció y yo rehice mi vida, pero no dije nada a nadie de mi diagnóstico'.
Pasaron 11 años de vivir sola, luego se comprometió con otra persona –que conocía el diagnóstico– y quedó embarazada. 'No le dije tampoco a los médicos, me quedé callada y no me hicieron exámenes'.
A los dos años al niño, que hoy tiene 13, le dio una neumonía y en el proceso de atención detectaron el virus, entonces ella empezó el tratamiento.
'Antes el diagnóstico era sinónimo de muerte, además decirle a la familia es crear el estigma desde la propia casa', argumenta Andrea, quien considera un 'error' el hecho de no avisar de su caso, pero también una falla en el tema de asesoría médica.
Se calcula que en Colombia, a enero de 2016, 24.000 mujeres conviven con VIH, de las cuales 76% son cabeza de familia y una gran proporción está entre 15 y 24 años, es decir en edad reproductiva. En ese mismo año se registraron en el Fondo Colombiano de Enfermedades de Alto Costo 785 mujeres embarazadas positivas.
'La transmisión perinatal de VIH es el paso del virus de la madre embarazada al niño, y es un proceso que ocurre porque el virus atraviesa el torrente sanguíneo durante el embarazo y dependiendo de las concentraciones que haya de éste en la sangre materna, el niño puede nacer o no con la infección. La mayor probabilidad de transmisión se presenta en los tres primeros meses del embarazo, durante el momento del parto y en la lactancia', asegura Marcela Gómez Suárez, epidemióloga e investigadora de la Universidad Nacional de Colombia.