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Cuando Rita Pimienta vio morir a su primer hijo, un pequeño de tan solo 11 días de nacido, sintió que le atravesaban un puñal justo en el corazón. La sensación de perder a Enrique Luis, un bebé que parecía sano y fuerte, pero a quien le diagnosticaron una malformación genética, le desencadenó a esta madre un calvario que aún le duele. Para ella, no había mujer más desafortunada en la tierra.

'Era como estar en un barco a la deriva, flotando y sin rumbo. Nada tenía sentido y no dejaba de preguntarme por qué si habían tantas madres que no querían a sus hijos, yo que sí lo amaba debía verlo partir. Había un vacío en mi muy grande', recuerda Pimienta.

Ese estado de crisis emocional, de depresión por la muerte del ser que había crecido en su vientre, tuvo un efecto oscuro en otros campos de su vida, que incluso la llevaron a terminar con su relación de pareja.

'Él se refugió en el alcohol y eso derivó en muchos otros problemas porque mientras yo estaba sin esperanzas, llorando en casa, él creaba un vicio. Estuvimos separados por meses', cuenta.

Así como Pimienta, se calcula que, al alrededor del mundo, más de 300 millones de personas sufren de episodios depresivos, producto de circunstancias vitales adversas como el luto, el desempleo, o los traumatismos psicológicos, según información de la Organización Mundial de la Salud.

La depresión tiene el poder de afectar a la capacidad de las personas para poder cumplir incluso con las actividades más cotidianas o sencillas de su día a día. Pimienta no tenía ganas de arreglarse ni de salir y cuando se miraba al espejo, cuenta, se sentía 'la mujer más de malas'.