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Una sensación angustiosa, difícil de describir, despertó de un sueño no profundo a Laura* la noche de su muerte. Todavía agitada, la mujer de 58 años se sentó en la cama para inhalar grandes cantidades de aire que al cuerpo le dificultaba obtener, antes de que las náuseas la enviaran al baño. Poco menos de tres horas después, a unos cuantos metros del hospital, se desvaneció en las manos de su hijo. Llegó sin signos vitales, cuentan sus familiares que prefieren mantener su identidad en secreto por privacidad.

Laura sufrió un ataque cardíaco o infarto de miocardio, la principal causa de muerte en todo el mundo según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Cada año fallecen más personas por enfermedades cardiovasculares –ECV- que por cualquier otro motivo. De hecho, se calcula que en 2012 estas produjeron 17,5 millones de defunciones, lo cual representa el 31% de la mortalidad mundial.

Colombia no es ajena a esa realidad. Cifras referenciadas por el Observatorio Nacional de Salud estiman que para 2011 la tasa de mortalidad por ECV en el país fue de 95,9 muertes por cada 100.000 habitantes; y la mayor proporción de estas muertes entre 1998 y 2011 se presentó en hombres (51.4%) mayores de 80 años (37,2%).

Los infartos de miocardio son obstrucciones que impiden que fluya la sangre hacia el corazón; lo cual sucede, con más frecuencia, por la formación de depósitos de grasa en las paredes internas de los vasos sanguíneos, haciendo que estos se vuelvan estrechos y menos flexibles. Cada año, alrededor de 12 millones de personas mueren por esto en todo el mundo.

La patología no diferencia entre ricos y pobres, y afecta a ambos sexos por igual. En la población femenina el riesgo aumenta considerablemente después de la menopausia. Y las estadísticas no son favorecedoras. Estudios epidemiológicos pronostican que para 2020 las ECV serán responsables de 25 millones de muertes por año (36%).

Por eso, la Organización Panamericana de la Salud afirmó en 2007 que las enfermedades cardiovasculares pueden considerarse como casi la mayor amenaza de la especie humana. Sin embargo, los infartos de miocardio a menudo son evitables. Solo hace falta reconocer sus síntomas para recurrir con urgencia al médico. O, mejor, mantener un estilo de vida sana para evitarlos.

¿Cómo identificarlo?

El cardiólogo Rodolfo Vega afirma que los síntomas previos a un ataque cardíaco se pueden confundir con muchas enfermedades. Por lo que es de vital importancia descartar primero un infarto si se presenta el menor indicio de sospecha. Además, dice que la señal característica es el dolor en el pecho, 'que se puede presentar de muchas formas. En los libros se explica como una opresión, pero hay muchos pacientes que lo describen diferente'.

Tanto en hombres como en mujeres el malestar en el pecho debe ser un signo de preocupación. Aunque en ellas solo la mitad que sufre un infarto presenta esta dolencia. En general, la molestia se puede presentar en la parte superior del cuerpo: en un brazo o en ambos (generalmente cerca al hombro izquierdo), en la espalda, el cuello, la mandíbula o la parte superior del estómago.

En ambos sexos se pueden presentar todos los síntomas. Pero el dolor en el brazo izquierdo acompañado por un sudor frío es más frecuente en los hombres. Las mujeres tienen mayor predisposición a la dificultad para respirar, la fatiga, la diarrea, las náuseas y el vómito. Otras señales son aturdimiento, mareo, desmayo y palidez.

¿Qué hacer?. Muchas personas que sufren un ataque cardíaco mueren antes de llegar al hospital, por eso cada segundo cuenta si se actúa con rapidez. Si se evidencian en el organismo cualquiera de estos síntomas la advertencia de los especialistas es única y clara: 'acudir inmediatamente a un centro de salud'. Sin embargo, hay unos auxilios que se pueden realizar en el tiempo ‘muerto’ mientras un médico atiende al paciente.