Compartir:

Desde hace un par de años el mundo ha centrado la atención en los virus transmitidos por el mosquito Aedes aegypti, los cuales ya encendieron las alarmas de la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, científicos prevén que vendrán otras enfermedades similares.

Las arbovirosis (infecciones trasmitidas por artrópodos) han llegado al continente Americano para quedarse. La fiebre amarrilla, el dengue, el chikunguña y el zika, ahora con circulación simultánea casi permanente, están generando estragos en nuestras poblaciones. Han afectado de manera importante las finanzas de nuestros sistemas de salud y han hecho evidentes las grandes desigualdades sociales existentes en América Latina.

El número de casos de estas arbovirosis en Colombia es elevado. Según el reporte del Instituto Nacional de Salud, para finales del 2015 (semana epidemiológica 52) se habían presentado en el país un total de 359.728 casos de chikunguña y un aproximado de 95.000 casos de fiebre dengue. Para zika, desde el inicio de la fase epidémica en septiembre del 2015 hasta febrero del 2016, se habían presentado un poco más de 34.000 casos.

Hay que anotar que para las tres enfermedades se sabe que existe un subregistro importante debido a que muchos de los afectados padecen la enfermedad sin tener síntomas evidentes y otros que por lo leve de los mismos nunca consultan a los centros de atención. Se estima que cuatro de cada cinco personas que se infectan con el virus de zika no desarrollan síntomas.

La desigualdades sociales en América Latina se han visto acrecentadas por la corrupción y falta de compromiso social de muchos gobiernos. Esto ha privado a muchas de las poblaciones rurales cercanas a los grandes centros urbanos de contar con infraestructura básica en saneamiento ambiental (agua potable, saneamiento básico). Según datos recientes del Banco Interamericano de Desarrollo, el 33% de los habitantes del continente americano —es decir, tres de cada diez— que viven en zonas rurales no cuentan con servicios de saneamiento; los casos más graves se presentan en Bolivia y Haití, donde apenas el 9% y el 10% de pobladores, respectivamente, acceden a una cobertura de saneamiento mejorado.

En Colombia el porcentaje de cobertura de acueducto promedio es del 82%; en la Costa Atlántica la cobertura es apenas de un 71%, con valores extremos como el del departamento del Atlántico (88,7%) y el del departamento de la Guajira (49,8%), según cifras del Departamento Nacional de Planeación.

El hecho de no contar con agua potable permanente ha perpetuado la costumbre entre nuestra población de acumularla por días o incluso semanas, cuando ella está disponible. Esta práctica favorece el desarrollo de criaderos masivos del vector (mosquito). La evidencia muestra que en muchos de los 25 países afectados por estas arbovirosis existen debilidades serias en el control de vectores, con lo cual aumenta el riesgo entomológico. Muchas poblaciones de la región Caribe y Pacífica colombianas, donde se han presentado la mayoría de estos casos de arbovirosis, padecen la situación descrita.

La nueva enfermedad en nuestro continente, producida por la infección del virus zika, inicialmente fue catalogada como la más benigna de las arbovirosis recientes. Sus síntomas son leves y de corta duración (5 a 7 días), y los casos letales siempre han estado asociados con afecciones subyacentes. Sin embargo, con el aumento en el número de enfermos, se empezaron a hacer evidentes asociaciones entre la infección y condiciones de salud no descritas en epidemias previas y con muy pobre conocimiento alrededor de las mismas.

El zika prendió las alarmas. Las complicaciones de la enfermedad por el zika se han centrado en alteraciones neurológicas, afectando desde la embriogénesis (formación del embrión) hasta la vejez. El aumento inusitado de los casos del síndrome de Guillain-Barré, especialmente en hombres adultos, y de microcefalia en recién nacidos en áreas con alta prevalencia (presencia de personas enfermas) encendieron las alarmas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que desde febrero de este año declararon la enfermedad por el virus zika como una emergencia de salud pública de importancia internacional.

El síndrome de Guillain Barré es una alteración del sistema inmune que afecta los nervios periféricos, produciendo una disminución progresiva y ascendente de la fuerza, que incluso puede evolucionar a una parálisis completa de la marcha y compromiso respiratorio grave. Aún en países con mayores recursos en sus sistemas de salud para el manejo de esta condición, hasta el 3% de los pacientes mueren a consecuencia del síndrome.

La capacidad del virus zika para producir daño a los embriones humanos, inicialmente sugerida a partir de la asociación entre el aumento desmedido del número de casos de microcefalia y el aumento de reportes de casos sintomáticos de la infección en determinadas zonas de Brasil, ha cobrado fuerza a medida que avanza la epidemia.

El 23 de febrero de 2016, el Ministerio de Salud de Brasil informó que durante la semana epidemiológica 7 de 2016 se notificaron 360 nuevos casos de microcefalia con sospecha de infección congénita. Los casos sospechosos reportados durante la epidemia se elevó a 5640. Durante esa misma semana epidemiológica se confirmaron 75 nuevos casos, con lo cual se elevó a 583 el total de casos confirmados de microcefalias o malformaciones como signos de infección congénita. En el año 2000, en Brasil la prevalencia de la microcefalia al nacer fue de 5,5 casos/100.000 nacidos vivos, y en 2010 de 5,7 casos/100.000 nacidos vivos. Los datos de esta epidemia muestran un incremento de 20 veces en la tasa observada en los años anteriores (aproximadamente 100 casos de microcefalia por cada 100.000 nacidos vivos).

La microcefalia en sí misma es evidente y parece ser el extremo más severo de la infección o afectación del sistema nervioso y del cerebro en desarrollo cuando la infección se produce durante el embarazo. Sin embargo, tal vez con mayor frecuencia podrían suceder alteraciones menos evidentes, como calcificaciones intracraneanas, alteraciones del neurodesarrollo, compromiso auditivo o alteraciones oftalmológicas, razón por la cual ante la sola posibilidad de infección congénita estamos obligados como sociedad a monitorear e intervenir a estos pacientes de manera precoz y así evitar un mayor impacto en términos de discapacidad.