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Desde hace tres años Tommy llegó a la vida de Esteban Pérez*. Dice que su bulldog francés le cambió la vida. Por eso, a lo largo de todo este tiempo le ha comprado algunas prendas de vestir, le da premios de diferentes sabores e incluso le ha celebrado un cumpleaños temático con toda la familia y algunos otros perros del conjunto residencial donde vive en el norte de Barranquilla.

'Es una manera de demostrarle lo mucho que lo quiero y lo feliz que me siento de tenerlo en mi vida', expresa.

Sin embargo, este tipo de prácticas implican humanizaciones del animal e incluso son consideradas por muchos como una muestra de maltrato.

Luz Stella Ordóñez, directora de la Sociedad Protectora de Animales de Barranquilla, indica que no se debe tratar a los animales de compañía —perros y gatos— como personas, entre otras cosas, porque esto puede derivar en graves problemas de convivencia. La animalista enfatiza en la importancia de llamar como 'familias multiespecie' a aquellos hogares en donde también habitan caninos y felinos.

'No es un ser humano, es un ser vivo de una especie diferente a la nuestra, que comparte su vida, minimiza su potencial como individuo independiente y viene a acomodarse a la vida que le ha tocado dentro de un seno familiar, pero esto no da derecho a disfrazarlo ni alterar su comportamiento natural. Ahí es donde tiene que empezar el respeto a la vida en todas sus manifestaciones'.

Ordóñez reitera que por más cariño y aprecio que se le tenga al animal, al incurrir en cualquiera de las prácticas anteriormente mencionadas se está irrespetando su especie.

'Son animales que nos dan muchas alegrías al compartir la vida con nosotros, pero esto no es para que los minimicemos, los convirtamos en juguetes u objetos de un mal entendido amor que es sinónimo de idiotizar a un individuo que tiene su propia expresión natural'.

Manifiesta que el disfraz es considerado un acto de maltrato, a pesar de que se haya convertido en algo muy frecuente en redes sociales, donde se ve a diferentes personas celebrando el cumpleaños de sus animales de compañía con grandes fiestas o vistiéndolos de acuerdo con diferentes ocasiones como Halloween o Navidad.

Con relación a este tema, en la Declaración Universal de los Derechos del Animal, proclamada el 15 de octubre de 1978, reza que todo animal tiene derecho a ser respetado (artículo 2) y que 'todo animal perteneciente a una especie que viva tradicionalmente en el entorno del hombre tiene derecho a vivir y crecer al ritmo y en las condiciones de vida y de libertad que sean propias de su especie' (artículo 5).

El reconocido entrenador canino César Millán en diferentes ocasiones ha manifestado que el exceso de cariño que manifiestan algunos humanos puede afectar a los animales que conviven con ellos, y que el humanizarlos les puede causar frustración, ansiedad e inseguridad.

'No se están teniendo en cuenta las necesidades del animal. El ser humano se ha enfocado en ser profesional y no en tener familia. Por eso quieren llenar ese vacío con los animales. Pero los animales se sienten incompletos porque no son seres humanos y tienen otras necesidades físicas y psicológicas', aseguró el mexicano en una entrevista concedida a la revista Contenido.

Necesidades

Luz Stella Ordóñez señala que no es necesario, propio ni conveniente disfrazar a los animales, puesto que ellos en su fisonomía tienen todo lo que necesitan para desarrollarse como individuos.

También es cierto –agrega– que hay empresas que se lucran a partir de los animales, pues se han organizado para satisfacer unas supuestas necesidades.

'Eso es para alimentar unas tendencias mentales y comerciales que lucran a las personas porque el animal no necesita vestidos ni zapatos, ni que le peguen lentejuelas o pestañas postizas. Eso es un estado mental comprometido de las personas que no entienden cómo direccionar el verdadero amor que sienten por sus perros o gatos'.

La animalista señala que conoce casos de personas que optan por sentar el perro a la mesa o comprarles pudines para celebrar fechas especiales, actuaciones totalmente innecesarias porque 'los animales no entienden nada de ese tipo de socializaciones que hacen las personas'.

Agrega que si bien los animales no entienden, se someten a las prácticas sociales impuestas por los humanos, y enfatiza en que lo único que ellos necesitan es salir a la calle con pechera, traílla (correa) y bolsas para recoger el excremento. Estos elementos, explica, sí son fundamentales a manera de sujeción para no poner en riesgo la vida de su mascota y cumplir con su tenencia responsable en la sociedad.