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Su caminar es lento, la voz baja y pausada, pero una vez se pone frente a la tornamesa de su picó ‘El Son Latino’, el cuerpo de Óscar Manuel Monterrosa Sierra se agita como el de cualquier jovencito.

El pasado 7 de septiembre celebró un siglo de vida. Aplaude, baila y sus manos se mueven rápidamente para cambiar los LP del tocadisco. Una sonrisa aparece cuando suena la música con la que ha hecho historia en el ambiente verbenero, estaderos y bailes populares de la Región Caribe.

Sentado en la sala de su casa ubicada en la carrera 3G No. 49E-52 del barrio Carrizal en Barranquilla, este centenario picotero contempla su gran máquina musical, que siempre se ha mantenido en formato turbo y en cuyo bafle resalta la figura de un negro rumbero con una serpiente enrollada en el brazo izquierdo. Unas congas y una mujer bailando complementan la gráfica picotera en la que sobresalen los colores verde, amarillo y naranja.

Los recuerdos comienzan a llegarle fragmentados y mientras se toma el tiempo para organizarlos, 'don Óscar' deja de observar el techo y enfoca su mirada hacía las cámaras que ahora lo rodean. 'La idea del picó fue de mi difunta esposa (Carmen Alicia Ramos), compramos un tocadiscos, luego un vecino nos hizo una maquinita y comenzamos a tocar en los cumpleaños, después fue creciendo y miren en lo que se ha convertido hoy esta maquinita', comienza a rememorar entre risas.

Nació en el municipio de San Marcos (Sucre) y trató de buscar un mejor futuro en Puerto Boyacá. Sin embargo, la guerrilla se apoderó de esa zona y le tocó volcar su mirada nuevamente hacia la costa Caribe. 'Me vine para Magangué, por allá conocí a mi esposa. Luego vimos mejores oportunidades en Barranquilla y nos vinimos. Acá nunca he estado ‘varado’, entré a trabajar como molinero en la Arrocera Comercial de la cual soy pensionado'.

Acá tuvo cuatro hijos: Miriam, Mery, Óscar y Briceño, quienes se han encargado de sostener el legado familiar. La vida también le ha regalado 8 nietos y 15 bisnietos quienes desde pequeños han crecido entre acetatos, bafles y escuchando la música que programan en su gigante equipo sonoro.

En 1970 comenzaron a poner a bailar a todos los vecinos de barrios circunvecinos con un solo bafle.

'Con el picó hemos ido a tocar a Santa Marta, Palomino, San Jacinto y muchos pueblos. Lo bautizamos así porque en el Paseo Bolívar sonaba uno que se llamaba ‘El Mundo Latino’ y nos gustaba mucho. Aquí en el barrio le decían ‘El 5 y 6’, porque en ese tiempo se apostaba en el hipódromo y este era tremendo caballo, pero finalmente nos inclinamos por el nombre de ‘El Son Latino’', anotó.