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Por *Enrique Rubio.

El personaje de James Bond se le pegó al cuerpo como una segunda piel, pero Connery, Sean Connery, que murió este sábado a los 90 años, supo trascender al agente secreto para convertirse en uno de los actores más célebres del final del siglo XX.

El hombre que lució quizá las cejas más formidables de la historia del cine falleció durante la noche rodeado por su familia en su casa en Nassau (Bahamas) tras 'haber estado enfermo un tiempo', según dijo a la BBC su único hijo, Jason Connery.

La familia organizará una ceremonia privada para despedirle y un homenaje en su memoria 'cuando el coronavirus haya terminado'.

Hacía tiempo que no se tenían noticias del actor, retirado de la vida pública en 2011 para pasar sus últimos años junto a su mujer, la francesa Michele Roquebrune, en las Bahamas.

Pero si tuvo una virtud, esa fue precisamente la de hacer perdurar su carrera a través de las generaciones.

No es de extrañar, por tanto, que su magnetismo y seducción atrajesen a todo tipo de público y de todas las edades, ya fuese como el hipersensual James Bond de sus inicios al gruñón padre de Harrison Ford en Indiana Jones y la Última Cruzada (1989).

La suya no fue una carrera jalonada por los premios ni ensalzada por los directores de culto. Aunque rodó con John Huston, Brian de Palma, Sidney Lumet o Alfred Hitchcock (en Marnie la ladrona) gozó más del aplauso del público que de la crítica, en una filmografía llena de películas cuya sola presencia ya hacía taquilleras.

Los ha habido más grandes, pero pocos con esa capacidad de aparecer en tal cantidad de películas inolvidables para el espectador. Muchas de ellas, aventuras más grandes que el cine.