Vera Mercado llevaba 15 años viviendo por fuera de Manaure. Para esos días trabajaba detrás de un escritorio como publicista. Salió de su pueblo natal para cumplir su sueño de ser actriz, pero en el camino se dio cuenta que sus esfuerzos solo conducían a la realidad laboral que otros disfrutaban, no ella.
A sus 30 años renunció a ese trabajo de oficina con aire acondicionado y se inscribió en Artes Escénicas, en la Escuela Estudio XXI, en Bogotá.
Allí empezó a aterrizar su anhelo actoral que comenzó a los ocho años entre lo sagrado y lo profano. Sagrado porque los domingos se encargaba de las lecturas de la iglesia, en las que interpretaba las voces de Jesús y sus apóstoles, o cualquier otro personaje de la Biblia del que se estuviera leyendo en la homilía.
'Me parecía que las misas eran muy monótonas, sabía que lo podía contar de manera distinta y me animé. Cuando me bajé del atril las señoras que estaban sentadas en primera fila me dijeron ‘tú lees bonito’, me sentí rara y me dije ‘esto es interpretar, esto es actuar’ porque le llegaba a la gente con lo que leía'.