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La covid-19 ha cobrado la vida de 125.278 personas en el país. De esa cifra, que representa en números el dolor de muchas familias, hacen parte cuatro sacerdotes de la Arquidiócesis de Barranquilla. En este mismo tiempo pandémico cinco clérigos más fallecieron por otras causas.

En total son nueve los que ya no están de cuerpo presente y que representaban para la comunidad católica en la ciudad un apoyo espiritual y material por el servicio que prestaban en sus parroquias. Así que además de ser una pérdida irreparable para sus familiares, amigos y fieles, las dolorosas partidas significan para la Arquidiócesis unos vacíos por llenar.

'Haberlos perdido es no poder contar más con personas tan valiosas como eran ellos y prescindir de los servicios que venían realizando en sus diócesis. Perdimos sacerdotes muy jóvenes que venían en la plenitud de su ministerio trabajando en distintas parroquias, y eso nos ha significado dejar algunas comunidades huérfanas, solas, sin sus pastores, que hasta la fecha no hemos podido del todo restablecer', dijo a EL HERALDO Pablo Emiro Salas Anteliz, arzobispo de la Arquidiócesis de Barranquilla.

Buscar quien supla el espacio que dejó cada párroco no ha sido tarea fácil para monseñor Pablo Emiro Salas, ni tampoco para los demás sacerdotes que conforman la curia arquidiocesana. Ahora, el reto de seguir manteniendo a las diferentes comunidades parroquiales es de todos.

El padre Jorge Casto, delegado arquidiocesano de las comunicaciones en la ciudad, es uno de los testigos de la creatividad y el esfuerzo doble que han tenido que implementar en la Iglesia Católica a raíz de los nueve fallecimientos. Afirma que el arzobispo 'ha hecho, desde lo que Dios le ha iluminado, grandes gestiones para que las comunidades no queden solas'.

Castro reitera que como él ha habido sacerdotes a los que les ha tocado acompañar 'dos, tres comunidades y se ha incrementado un poco el trabajo'. No obstante, el compromiso por su misión terrenal continúa con el mismo optimismo.