A su regreso al Palacio de la Zarzuela, ubicado en Monte del Pardo, a las afueras de Madrid, el Rey Felipe VI podrá contar que tuvo en menos de 24 horas un curso intensivo sobre la cultura, la música, el folclor, la picardía, el sentir costeño y la gastronomía autóctona de la región Caribe.
Podrá narrar con lujo de detalles que en un Cubo de Cristal, a más de 7 mil kilómetros de distancia de su residencia, disfrutó de un almuerzo al son de la Danza negra, de Lucho Bermúdez, o flotando en las notas de La casa en el aire de un señor bonachón llamado Rafael Escalona. Sonoridades distantes de bandas y cantantes como Mecano, Pink Floyd, Alejandro Sanz y Bruce Springsteen, que según sus allegados son de su preferencia.
Pero ahí no paró la inmersión en nuestro patrimonio y tradición. Ya había caminado bajo un sol picante por los alrededores de la Plaza de la Paz. También despachó desde la renovada Casa Catinchi donde valoró los tapetes, lámparas, sillas, jarrones y muebles elaborados por los artesanos del Atlántico. Además, ante los curiosos barranquilleros, sus pupilas ‘bailaron’ con el movimiento de las polleras, la gaita, el tambor y el alegre que lo recibieron en el inmueble patrimonial.