Compartir:

Su rostro reflejaba ese anhelo de querer entonar las melodías que erizaban la piel de aquellos que la escuchaban en cualquier festival musical dentro y fuera del país.

Cada vez que suena el llamador, el guache, las maracas, o el solo hecho de que su descendencia entera interprete sus grandes éxitos, ella se desborda de emoción, sus hombros intentan llevar el ritmo de la música, al tiempo que su sonrisa se convierte en una especie de imán que atrae todas las miradas.

Sentada en una mecedora, en el fondo de su santuario, reposa su imponente figura que se realza con un traje blanco de flores rojas y un cintillo en la cabeza. Su sola presencia infunde respeto, autoridad, pero al mismo tiempo humildad. Así fue el encuentro con la ‘Reina del Bullerengue’ Petrona Martínez Villa, que recibió al equipo periodístico de EL HERALDO en su casa, una vivienda de fachada azul que es de las más populares en el barrio La Paz, del municipio de Arjona, en Bolívar.

Hace más de cuatro años nada es lo mismo, tanto para ella como para su familia. Una isquemia cerebral le ha robado las palabras, pero su presencia sigue siendo igual: irradia toda esa ancestralidad que lleva por las venas, esa misma que intimida, en el buen sentido, como la maestra del folclor que es.

Un distintivo mural con su retrato, en el que se enumeran todos los álbumes de la famosa cantadora nacida en el corregimiento de San Cayetano (San Juan Nepomuceno-Bolívar), es lo primero que se aprecia al ingresar a la vivienda.

La lista comienza con ‘Tambores de Malagana’ (1989), ‘El Folclor vive’ (1994), ‘Le Bullerengue’ (1998), ‘La vida vale la pena’ (1999), ‘Bonito que canta’ (2002), ‘Mi tambolero’ (2003), ‘Las penas alegres’ (2010), ‘La Petronica’ (2015) y, por supuesto, ‘Ancestras’, con el que se ganó un Grammy Latino al Mejor Álbum Folclórico en la más reciente edición del premio.

Con un 'bienvenidos a la casa de Petrona Martínez y de su familia', José Gregorio Pacheco, nieto de la folclorista, invitó con agrado al equipo de esta casa editorial a sumergirse en el palacio de la embajadora de este ritmo caribeño, que como ella mismo lo bautizó es todo un ‘santuario’.

Su hija Joselina Llerena Martínez afirmó que esperan transformar ese espacio 'en algo más bonito'. El salón está ubicado en todo el centro del patio, es amplio; es una especie de quiosco rodeado por una manta blanca de la que cuelgan espléndidas fotografías.

En todas las imágenes se puede observar a una Petrona que irradia alegría con su contagiosa sonrisa. Los retratos, la mayoría en primer plano, desbordan todo ese amor que siente la cantadora por su bullerengue. El espacio también lo adornan polleras de cumbia, instrumentos y algunos de los reconocimientos que ha ganado a lo largo de su carrera artística. El que se detenga a observar el recinto puede percibir una línea de tiempo que recoge lo más emblemático de esta leyenda viviente del folclor colombiano.