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Aproximadamente 4.000 perros beagles sufrían los horrores del maltrato animal en Estados Unidos, pues estaban siendo criados en un centro en Cumberland, Virginia, donde comerciaban con ellos para fines irregulares.

Las mascotas salían del recinto vendidas a compañías farmacéuticas para ser usadas en experimentos con medicamentos posteriormente.

Una vez las autoridades adelantaron las investigaciones pertinentes, el criadero fue cerrado por las violaciones de derechos de los animales, y organizaciones benéficas se sumaron a la titánica labor de reubicar a los perros.