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Una danza de emociones ha sido el ritmo predominante en la vida de Alexander Gutiérrez, un bailarín barranquillero a quien el arte le brota por todas partes.

El barrio La Chinita de Barranquilla lo vio nacer hace 24 años en una cuna de bailarines que proyectaron la profesión que hoy ejerce. Observar bailar a sus padres lo sumergió en una aventura sin final con la que evoca pasión y felicidad.

Desde su infancia inició los primeros movimientos de una coreografía que actualmente disfruta.

Su vena artística lo llevó a incursionar en diversos grupos folclóricos.

La cumbia fue el primer ritmo que sus pies bailaron a sus cinco años, edad en la que logró ingresar a Los cumbiamberitos de la 25.

El folclor se asomaba en cada una de sus ventanas, aquellas que se abrieron para explorar otros aires musicales que se convertirían en su mejor pasatiempo.

A los seis años pintarse el cuerpo de negro representaba el juego más divertido. Muecas, lenguas rojas y los rituales tradicionales del son de negro empezaron a hacer parte de su cotidianidad, acciones que lograron gestar aún más amor por las danzas afro.