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Diez mil setenta y cinco kilómetros separan a Colombia de Finlandia. Y aunque pareciera ser una diferencia bastante grande, la realidad indica que ambas naciones han estado unidas desde hace varias décadas atrás.

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Muestra de ello sucedió en la década de los 50 durante el gobierno del General Gustavo Rojas Pinilla, que intercambió por cargamentos de café unas casas prefabricadas que llegaron desde el país europeo.

En un viaje que atraviesa dos continentes y una distancia que equivaldría a cruzar 3.148 veces el Puente Pumarejo, llegaron a la ciudad de Barranquilla, provenientes de Finlandia, alrededor de 2.700 casas de madera, listas para ser ensambladas.

La llegada de estas casas a lo que hoy se conoce como Barrio Simón Bolívar fue una idea que nació como un proyecto de saneamiento para los habitantes del sector conocido como Zona Negra, actual Rebolo.

Yalmar Vargas, director del departamento de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad del Norte, fue uno de los que lideró la investigación de 'Casas por café' para conocer la historia detrás de estas.

El arquitecto aseguró a esta Casa Editorial que 'el Instituto de Crédito Territorial tenía un programa de mejoramiento de barrios subnormales en Colombia y había dos barrios en la región Caribe que necesitaban de ese programa. Chambacú en Cartagena y en Barranquilla en la Zona Negra. Gracias a ese programa Rojas Pinilla contrata estas casas en Finlandia a una empresa que luego de la Segunda Guerra Mundial se dedicó a hacer viviendas para reconstruir todas las ciudades afectadas por la guerra'.

Asimismo, mencionó que aunque el acuerdo describía un total de 2.700 casas, solo llegaron 1.500 a la ciudad. 'Descubrimos que entraron por Cartagena, llegaron por mar al puerto de esa ciudad y de allá las trajeron hasta acá por tierra, por eso queremos averiguar si en Cartagena construyeron algunas de estas viviendas.

Rafael Arévalo, es uno de los habitantes del barrio y uno de los primeros en vivir en las casas finlandesas

El hombre mencionó que 'las casas las dieron por un valor de cuatro mil pesos y se pagaban veinticinco pesos mensuales'.

Arévalo agregó que 'nadie se quería venir para acá, decían que eran ‘casitas de palomas’. Uno estaba acostumbrado a que las casas de Rebolo tenían 30 o 40 metros de fondo y hasta 25 de frente, eran casas inmensas, en cambio acá veíamos un patio de dos o tres metros y la gente se echaba para atrás'.