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El 8 de septiembre de este año un anuncio especial del Palacio de Buckingham partió la historia en dos. A sus 96 años y dejando un último suspiro en su cama en el castillo de Balmoral, Escocia, una era se desvaneció con la muerte de la monarca más importante en la historia reciente de Reino Unido y el mundo, se trata de Isabel II.

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11 largos días vivió el país británico el luto de su soberana. Fue el 19 de septiembre cuando con la solemnidad que merecía la longeva monarca, se llevó a cabo el funeral en el que además de sepultar a la carismática mujer, se sepultó a la última 'gran figura' real reconocida por la comunidad internacional.

En el año 1926, cuando el mundo se recuperaba de los estragos de la Primera Guerra Mundial nació Elizabeth Alexandra Mary, la hija mayor de la casa de Windsor, quien llegó a una familia que estaba preparada tradicionalmente para heredar el trono.

La soberana creció junto a su hermana Margarita, y juntas vivieron bajo la crianza de las monarcas de Buckingham, que en su momento eran su madre Isabel I y la reina Madre María.

De esta manera pudo consolidar una infancia y juventud tranquilas, hasta que, a sus 19 años, se unió al Servicio Territorial Auxiliar, que vendría siendo una rama femenina del Ejército Británico, en el marco de la Segunda Guerra Mundial.

Casi que recién saliendo de ese conflicto bélico, la monarca se unió en matrimonio con el cuestionado Felipe, hijo de los príncipes Andrés y Alicia Battengerg.

Esa situación, sumada años después a los problemas de salud que presentaría su padre, el rey Jorge, y que pronto lo llevarían a su muerte, la convirtió en heredera del trono británico, a sus 26 años, en medio del machismo predominante del siglo XX. A partir de allí empezó a cambiar la historia.