Nacida frente al alba y en el sitio de la brisa, y con un nombre claro para decirlo en medio de una sonrisa el Caribe dio a luz a Barranquilla.
Una tierra de mágicos saberes, rodeada no solo de tradición y ancestralidad, sino que su estirpe histórica está engalanada por la libertad.
Tras estar próxima a cumplir 210 años, los relatos de sus manifiestos fundacionales vuelven a contarse.
A diferencia de ciudades como Cartagena o Santa Marta; Barranquilla no fue fundada por un conquistador español de acuerdo a los protocolos de la época, sino que fue erigida villa por un acuerdo de cordialidad emitido por la Capital del entonces departamento del Gran Bolívar.
Sin embargo, la narrativa de su fundación como ciudad siempre se ha debatido entre el mito y la ciencia, situación que se evidencia en otras ciudades en el mundo que recurren a lo mitológico para evidenciar su surgimiento, tal como Roma, Atenas o Santiago de Compostela.
A principios de los años cuarenta el escritor Ramón Vinyes, el sabio catalán de Cien años de soledad, llamaba la atención sobre lo inasible de las huellas históricas de la ciudad y la dificultad para hilvanar un relato consistente de su historia.