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Un camino que continúa dejando huella en la historia religiosa del Atlántico es el que ha recorrido monseñor Víctor Tamayo Betancourt, obispo auxiliar emérito de Barranquilla, quien ha logrado marcar un precedente que se refleja en la más genuina representación del servicio.

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El levantamiento de más de 20 parroquias y el liderazgo de innumerables obras sociales evidencian su desbordante solidaridad, aquella capaz de transformar a los sectores más vulnerables de la ciudad a través de sus iniciativas.

Ha bautizado, casado y ungido con los santos óleos a un sinnúmero de habitantes en el departamento, a los que siempre recibe con una cálida sonrisa y disposición fervorosa de atender cada una de sus necesidades.

'Servicio es estar dispuesto a atender todas las necesidades del prójimo. Todos los hermanos que caminan conmigo y necesitan algo deben estar seguros de que estamos correspondiéndoles a sus necesidades', expresó monseñor Tamayo en diálogo con EL HERALDO.

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Para el presbítero, la razón de ser en la vida de todos los seres humanos debería estar encaminada en el servir. Una acción que decidió emprender cuando pisó suelo barranquillero.

'Desde que decidí venir a Barranquilla asumí esa disponibilidad de estar al servicio de los necesitados. Quise que en todo momento la vida mía sirviera a las necesidades del prójimo'.

En su andar se vislumbra el amor de un foráneo montañero que halló en las aguas de Barranquilla su mejor tripulación para navegar en la misión que Dios le encomendó con su prójimo.

'Lo que más he gozado en Barranquilla es la generosidad de la gente. Barranquilla es la respuesta constante que uno necesita'.

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