Compartir:

En su rostro se evidencia el paso de los años, pero un gran espíritu joven y amor por la vida se reflejan en la luminosidad de sus ojos, acompañada con una sonrisa que parece no haber envejecido un solo día, esa misma con la que Julio Adán Hernández abrió las puertas de su casa para contar una vida tejida con hilos de optimismo y gratitud.