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Entre el inconfundible rugir de los motores y el viento que acaricia el asfalto, se forja una comunidad única de motociclistas, que más allá de la fascinación por la velocidad y la libertad que la carretera les proporciona, construyen una gran comunidad que además de rodar cientos de kilómetros, extienden sus brazos a los más necesitados.

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Más allá de la estética ruda con la que son percibidos por muchos, los motociclistas son seres solidarios que sirven a quienes se encuentran en el camino.

A través de sus largos viajes, un nuevo mundo se abre ante sus ojos, por esta razón sus horizontes se expanden y muchos de ellos deciden formar parte de organizaciones y fundaciones que realizan labores sociales honorables.

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Detrás de los cascos y las chaquetas de cuero, se encuentra un grupo de personas con una pasión más grande el humo que se expande por el cielo: hacer el bien en sus comunidades.

Muchos motociclistas dedican tiempo y esfuerzo a labores sociales que van desde repartir insumos, ropas, alimentos y regalos para comunidades vulnerables hasta participar en movimientos a favor de la salud mental.

Como es el caso de los miembros de un club de motociclistas llamados ‘Pig Killer Riders de Barranquilla’, quienes además de realizar rodadas semanales para conocer su territorio y la gastronomía, son miembros de una organización mundial llamada ‘The Distinguished Gentleman’s Ride’, una comunidad de motociclistas a nivel mundial que lucha por problemáticas que afectan a los hombres, entre sus luchas se encuentra el cáncer de próstata y la salud mental.

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