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Por Jesús Bovea y Emilin Quintero

Especial para EL HERALDO.

El sabor de la tradición vive en Semana Santa. Y es como parte de ese símil que busca rememorar en el final de cada Cuaresma la fe, la tradición de los dulces también parece resucitar en la memoria de los costeños, aquellos que con añoranza redescubren en su paladar el secreto de cada uno de sus sabores.

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Más allá del carácter y la versatilidad que poseen estas preparaciones ancestrales a las cuales se está acostumbrado por estas fechas, la sabiduría de los maestros del dulce se hace popular, los recuerdos de las abuelas, madres, tías y algunos hombres que se atreven a entrar al fogón, hacen parte de un estado colectivo, el cual incluye indudablemente la amabilidad del intercambio entre los vecinos.

Sin embargo, a pesar de que con el paso del tiempo la costumbre de preparar en casa se ve un poco movida por la celeridad de la vida, este patrimonio gastronómico se sostiene en la región, y aunque sea una herencia de tradiciones foráneas vive de manera permanente en las raíces.