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Siete bolas de cera, bajo el sol radiante e incandescente de un Viernes Santo en el municipio de Santo Tomás, Atlántico, chocan con la espalda de Mauricio Cerpa una y otra vez hasta dejarle la parte baja roja, esperando a ser cortada en una suerte de agradecimiento por un milagro recibido. 

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Dos veces, a sus 54 años, ha sido uno de los flagelantes o penitentes que cumplen su manda en la banda oriental del Atlántico.

Con una mirada serena y un tono de voz cargado de emoción, Mauricio comparte su testimonio sobre esta práctica que ha definido gran parte de su vida.

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 La primera vez que fue penitente fue en el año 2007, cuando hizo una promesa a Jesús de Nazaret en nombre de la salud de sus seres queridos.

'Primero fue una manda de 7 años', explica Mauricio, mientras detalla el origen de su compromiso. 'Por una hermana que iban a operar, la operaron de corazón abierto, y en menos de 24 horas la abrieron nuevamente. Yo le pedí a Jesús de Nazaret que si ella se salvaba de esa operación, salía bien, me flagelaba 6 años, pero como hay que terminar en par, yo pagué esa manda durante 7 años'.

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Esa primera manda la terminó de pagar en 2014. Luego, 9 años después, volvió a flagelarse. 'Dejé un tiempecito ahí. Volví otra vez a renovar el año pasado porque mi esposa tenía cáncer de garganta. Gracias a Dios, le pedí a Jesús de Nazaret que se mejorara mi compañera y ahí está evolucionando con buena salud'.