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La inteligencia juega un papel fundamental en la existencia humana, pues está directamente relacionada con la capacidad de identificar, entender y resolver problemas de todo tipo y en cualquier campo.

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Sin embargo, por siglos el concepto solo fue vinculado a la capacidad intelectual de las personas, evidenciada generalmente en el desempeño acadmémico, dejando de lado las habilidades sociales y emocionales, que también son clave para la resolución de todas las situaciones complejas que enfrentamos a diario.

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En 1995 el psicólogo y escritor estadounidense Daniel Goleman publicó el libro 'La inteligencia emocional', que fue superventas, en el que profundizó y desarrolló este concepto. Sus reflexiones pusieron el tema sobre la mesa y ampliaron el debate sobre el verdadero significado de la inteligencia y cómo esta, en vez de solo constar de la capacidad de razonamiento lógico-matemático, también implica el manejo de las emociones.

Goleman, considerado el padre de la inteligencia emocional luego de la publicación de su libro, señaló en una entrevista con la agencia 'Efe' en 2021 que no cree que el concepto se haya vuelto banal, 'pero sí que puede ser banalizado si se usa de forma inadecuada'.

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Otra investigación sobre el tema, desarrollada por ‘EQ Provider TalentSmart’, indica que la inteligencia emocional garantiza en mayor medida el desempeño de las personas en el trabajo, pues el empleado contaría con la capacidad de controlar los impulsos cuando se encuentre bajo presión, resolver conflictos de manera efectiva y tener una relación más empática con sus compañeros.

De acuerdo con Goleman, la inteligencia emocional está determinada por cuatro componentes:

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Conciencia de sí mismo: la capacidad de identificar y entender las emociones propias, así como las fortalezas, debilidades y estados de ánimo, reconociendo también el impacto que esto causa en los demás.

Autogestión: la capacidad de controlar las emociones e impulsos para actuar de la manera adecuada según nuestros objetivos.

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Conciencia social: la capacidad de reconocer y entender las emociones de los demás, observando sus modos de hablar o expresarse físicamente.

Gestión de relaciones: es la capacidad de manejar con acertividad las relaciones interpersonales, permitiendo una buena comunicación.