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El 13 de julio de 1954, el mundo perdió a una de sus artistas más icónicas y revolucionarias. Setenta años después de la partida de Frida Kahlo su legado no solo perdura, sino que sigue creciendo, alimentando tanto el arte como el activismo social.

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Nacida el 6 de julio de 1907 en Coyoacán, México,  supo convertirse en un símbolo global de resistencia y creatividad. Su vida estuvo marcada por el dolor físico y emocional, desafíos que supo transformar en una expresión artística única y profundamente personal. 

Los expertos coinciden en que sus obras, caracterizadas por su estilo surrealista y sus intensos autorretratos, revelan una mirada introspectiva y a la vez universal sobre la condición humana.

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La enfermedad y el accidente de autobús que sufrió a los 18 años fueron catalizadores de su arte. Postrada en la cama durante largos periodos, encontró en la pintura una forma de escapar de su dolor y expresar su realidad interna. 

Sus cuadros son toda una amalgama de simbolismo, folclore mexicano y una honestidad emocional. “Pinto autorretratos porque estoy sola muy a menudo y porque soy la persona a la que mejor conozco”, solía decir.