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Por Emilin Quintero

Barranquilla fue escenario, a mediados del siglo pasado, de encuentros de compañías de teatros, ópera, comedias y zarzuelas, actividades que proyectaron a La Arenosa como una ciudad preparada para ser el nuevo encanto de América. 

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Un ambiente mercantil reinaba desde la fundación de la ciudad, ya que esta contaba con uno de los puertos más importantes del país que atraía a migrantes de diversas nacionalidades, entre estos: españoles, ingleses, estadounidenses, alemanes, italianos y libaneses, quienes contribuyeron directamente al desarrollo de la ciudad y del país.

Desde esa época, los españoles habrían descubierto una mina de oro para la afición por el teatro, encontrando en ‘La escuela pública’ y ‘el Ateneo’, dos ‘teatrillos’ que prestaban un servicio a los espectadores, los lugares para iniciar esta actividad. Estos teatros eran insuficientes para la demanda de una ciudad tan transcurrida y la actividad teatral de ese tiempo.

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Es por eso que un diseño arquitectónico del británico Robert Gisber fue el cimiento que instauraría el primer teatro municipal, el cual estuvo a la altura de los grandes coliseos europeos, lo que permitiría presentaciones de diferentes géneros en el denominado teatro ‘Emiliano Vengoechea’