En 1924, hace un siglo ya, nació una mujer en el caserío Caño Salao, corregimiento de Rocha, en la jurisdicción del municipio de Arjona (Bolívar), que con su talento en el canto y las danzas logró inspirar a muchos que compartían su mismo sentir vibrante al compás de la música folclórica colombiana.
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Ella es Estefanía Caicedo, una cantadora con mixtura de raíces africanas. Por sus venas corrían los sonidos del Pacífico por parte de su padre, mientras que los caribeños los heredó por parte materna.
A su corta edad, en Arjona vio y escuchó a muchos decimeros andariegos tocando marímbulas en compañía de cubanos y palenqueros. Las personas decían que su voz era muy poderosa y reconocida, pero con el pasar de los años llegó a Cartagena de Indias, exactamente en el inexistente barrio Chambacú para salir del anonimato.
Fue ahí donde en 1959, ingresó al Grupo Folclórico Malibú, dirigido por Sergio Morelos. Estefanía en la agrupación fue maestra de bailes cantaos, compositora, bailadora e impulsadora de las tradiciones africanas.
Su fuerte era el bullerengue, un ritmo que venía de la bahía y de los pueblos circunvecinos. Es por esto que Caicedo logró convertirse en una cultora ancestral, pues su voz en los fandangos y las danzas cantadas lograron divulgarse, a tal punto de dejar un legado y ser recordada como la guardiana de la tradición africana en tierras colombianas.