La alimentación que ofrecen los comedores escolares tiene un impacto crucial en el desarrollo físico y mental de los niños. Según la directora del Máster Universitario de Nutrición, Composición Corporal y Metabolismo de la Universidad Europea, Andrea Calderón, un menú equilibrado debe ser variado y contener alimentos frescos que favorezcan el crecimiento.
Las verduras y hortalizas deben constituir al menos un tercio del plato en cada comida, y deben ofrecerse de diferentes maneras: crudas, cocidas y en puré, para que los niños se familiaricen con sus sabores y texturas. Además, las proteínas deben ser tanto de origen animal como vegetal, destacando las legumbres como una excelente alternativa a las carnes o pescados. Los carbohidratos complejos, como el arroz integral y los tubérculos, junto con grasas saludables como el aceite de oliva y el aguacate, también son esenciales.
Siguiendo la misma línea, el postre ideal debe ser fruta fresca, aunque se pueden introducir lácteos no azucarados, como los yogures naturales, de vez en cuando. La docente subraya que es fundamental evitar que los ultraprocesados, como la bollería o los lácteos azucarados, se conviertan en una opción habitual.
“La planificación de los menús debe enfocarse en alimentos naturales y nutritivos, no sólo para satisfacer el hambre, sino para educar el paladar de los niños y establecer buenos hábitos desde temprana edad”, afirma.
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Ofrecer una variedad de frutas y verduras no solo asegura una ingesta adecuada de vitaminas y minerales, sino que también ayuda a los niños a desarrollar un gusto por los alimentos saludables.
“Exponer a los niños a distintos sabores desde pequeños les ayuda a aceptar y disfrutar de una mayor diversidad de alimentos y a evitar los ultraprocesados”. Las frutas y verduras deben ser presentadas de forma atractiva y no disfrazadas con salsas o purés que puedan ocultar sus sabores naturales.
Para reducir el consumo de alimentos ultraprocesados en los comedores escolares, la profesora Calderón recomienda una planificación meticulosa de los menús, centrada en alimentos frescos.
“Incorporar verduras, frutas, legumbres y proteínas en los menús puede evitar que los productos ultraprocesados se conviertan en la norma”, asegura. Además, fomentar el consumo de agua en lugar de bebidas azucaradas es crucial para combatir la obesidad infantil.
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Calderón sugiere que los colegios proporcionen el acceso fácil a agua potable y limiten la disponibilidad de bebidas azucaradas, utilizando estrategias como dispensadores de agua con rodajas de frutas para hacerla más atractiva.
La colaboración entre colegios y familias es vital para el éxito de las estrategias alimentarias en las escuelas. La experta en Nutrición enfatiza la importancia de que los padres se involucren en la promoción de hábitos saludables, afirmando que “si las familias apoyan las iniciativas del colegio y siguen prácticas similares en casa, se fortalecerán los esfuerzos para educar a los niños en hábitos alimenticios saludables”.
Además, los beneficios de una buena alimentación desde la infancia son significativos y duraderos. Andrea Calderón destaca que “un niño que adopta buenos hábitos alimenticios desde pequeño tiene menos riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, metabólicas y crónicas en la adultez”.
Una dieta equilibrada no solo mejora la calidad de vida de los niños, sino que también previene problemas de salud a largo plazo, asegurando una vida adulta más sana y activa.