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Un tipo introvertido capaz de hacer reír a todos con solo suscitar palabra y que en su melodía lograba incluir la historia del vallenato. Así recuerda a Egidio Cuadrado su colega y amigo Andrés Castro, compositor y productor de La Provincia.

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Y es que Egidio Cuadrado no era el típico músico de vallenato que buscaba el bullicio y la compañía de muchos. Para él, la vida en la carretera era un espacio para estar solo, pero eso no lo hacía menos auténtico.

“Egidio era introvertido, no tímido, pero le gustaba andar en su mundo”, dice Castro, quien compartió giras y estudios de grabación con él.

Aunque prefería comer solo o alejarse del grupo en los tiempos libres, cuando decidía sumarse a las charlas, su presencia lo transformaba todo. “Nos tenía riendo por horas, contaba las mismas historias y, aun así, siempre querías oírlas otra vez”, comenta Castro.

Egidio y lo simple de lo complejo

Lo más fascinante de Cuadrado no era solo su habilidad con el acordeón, sino cómo veía la vida. Para él, las cosas que parecían complejas a los demás, él las resumía en palabras sencillas, casi con la naturalidad de un filósofo del día a día.

Andrés Castro lo compara con la genialidad de García Márquez, capaz de capturar en frases simples la profundidad del mundo. “La genialidad de Egidio radica en poder simplificar todo lo que es complejo, lo que la humanidad ve como difícil, en tres palabras cotidianas”, cuenta el productor, describiendo la capacidad del acordeonero para decir mucho con muy poco.

En el estudio, Egidio también destacaba por esa simplicidad aparente. Las frases vallenatas las tocaba como pez en el agua, pero en las canciones donde había que experimentar con sonidos nuevos, como en “Fruta fresca”, el reto lo emocionaba. “Se tardaba, porque nadie sabía dónde estaba la nota que buscábamos, pero cuando la encontraba, decía ‘compadrito, me gusta esto raro, novedoso’”, rememora Castro.

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Andrés Castro/CortesíaLos músicos durante una gira en New Orleans.

Su forma de ser introvertida y divertida

Egidio, aunque callado, tenía una chispa especial. “Era demasiado gracioso”, dice Castro. No era el típico extrovertido que siempre buscaba estar en medio de todos, pero su humor espontáneo y su manera de ver la vida hacían que su compañía fuera inolvidable. En medio de las giras, no importaba cuántas veces contara la misma historia, siempre había algo fresco en la forma en que lo hacía.

“Llegaba con esa frescura a hablar de los temas más elementales, pero de una forma que tenía una brillantez”, cuenta Castro. Cuadrado tenía la capacidad de transformar lo cotidiano en algo profundo, casi como si le diera un sentido filosófico a las cosas pequeñas de la vida. Esa autenticidad era lo que lo hacía destacar, no solo como músico, sino como ser humano.

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Su música por el mundo

En cada acorde que tocaba, Egidio llevaba consigo una parte de la historia del vallenato y de Colombia. Para Andrés Castro, Cuadrado era una especie de “Colombia rodante”, un músico que con cada melodía podía hacerte sentir como si estuvieras escuchando el relato de un país entero. “En las melodías que creaba Egidio se escuchaba la historia del vallenato”, recuerda Castro.

Lo que hacía especial a Egidio no era su búsqueda por modernizar el vallenato, sino su capacidad de conectarse con la esencia más pura de este género. “No era el que aportaba modernidad, pero tenía tanta historia que era una joya tenerlo ahí como músico”, afirma el productor. Esa autenticidad era un lujo, una conexión directa con las raíces del vallenato que lo hacía único.

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Para Andrés Castro, conocer a Egidio fue una experiencia casi mágica. En su primera vez tocando con La Provincia en 1996, Castro sintió que Cuadrado encarnaba la combinación perfecta de lo indígena y lo europeo. “Egidio tenía ese peso en el acordeón, como si su música fuera la combinación de lo básico, lo indígena, con el acordeón europeo, el bajo eléctrico. Todo lo que llegó a Valledupar”, relata.

En las manos de Egidio Cuadrado, el acordeón no era solo un instrumento; era una herramienta para contar historias, para transmitir el alma del vallenato, y para conectar a los oyentes con la historia de un país.