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A veces, lo que parece una historia de deseo y erotismo es en realidad una búsqueda profunda de libertad. La mujer del canciller, la primera novela de la periodista Dora Glottman, refleja esa dualidad. Es un espejo que invita a la reflexión sobre los límites y posibilidades de la sexualidad femenina. Pero, como explica la misma autora, su interés no solo está en lo evidente del texto, sino en los profundos cuestionamientos que provoca.

El erotismo en esta historia es la puerta que la protagonista, Bárbara Medina, utiliza para adentrarse en su propia liberación.

Criada en una familia ultraconservadora, Bárbara fue enseñada a temer su propio deseo. Pero, en sus 50 años, al borde de una vida de silencios y concesiones, empieza a cuestionar todo lo que le fue impuesto, abriéndose a la posibilidad de ser ella misma, sin juicios ni ataduras.

La creación de esta novela nació con una crónica íntima y personal, en la que Glottman se permitió desnudar un pedazo de su vida, al estilo de las grandes crónicas periodísticas. Ese texto se volvió viral, impactando a miles de personas, y fue precisamente este éxito el que llevó a Penguin Random House a buscarla para proponerle un proyecto literario. Sin embargo, la autora, sin interés de convertir su vida en un libro, decidió tomar otro rumbo. “No me daba para tanto la vanidad”, dijo a EL HERALDO.

Puerta a la libertad

Con un interés profundo en los temas de género, Glottman eligió el erotismo como punto de partida. Y no porque buscara lo obvio o lo fácil, sino porque, para ella, el erotismo fluye de manera natural. “Curiosamente, a mí el erotismo se me da fácil sin caer en lo vulgar”, afirma.

La protagonista de la novela, Bárbara Medina, es una mujer de 53 años, criada en una familia ultracatólica y conservadora de Bogotá. Educada para creer que el sexo es un pecado que solo se justifica dentro del matrimonio, Bárbara ha vivido toda su vida bajo las sombras de la represión y las expectativas sociales.

Sin embargo, a lo largo de la novela la vemos enfrentarse a estos fantasmas, permitiéndose experimentar y descubrir su propio deseo, su libertad y, en última instancia, su identidad.

El personaje del canciller, un costeño infiel por naturaleza, es el contraste perfecto para Bárbara. Mientras él ha vivido una vida de excesos y engaños, ella ha soportado en silencio. Pero a los 53 años, con sus hijos fuera del hogar y su cuerpo enfrentando la menopausia, Bárbara decide que ya es hora de romper esas cadenas que la han atado durante toda su vida.

cortesía Dora Glottman

“El canciller es de Barranquilla. Su familia es de Ciénaga y las mujeres del canciller, la protagonista, es de Bogotá. Entonces arranco con el tema de la sexualidad, pero es para poder darle paso a tantas otras libertades que va encontrando Bárbara en el camino”.

Glottman es enfática en señalar que su obra es pura ficción, aunque algunos lectores han intentado descubrir quién está detrás de ciertos personajes.

“Hay personajes que tal vez en un pedacito está inspirado en alguien, pero en general todo es ficción. Es una mujer muy adinerada, fue criada como hija única. Un matrimonio muy católico, sobre todo una mamá que lleva al catolicismo, al fanatismo, que es para mí desesperante”.

Un reflejo de tantas

En La mujer del canciller, Dora Glottman construye un personaje que no es solo una mujer, sino muchas. “Parte del motivo por el cual Bárbara no es ninguna mujer en especial, es porque yo quería que fuese un poquito de todas”.

Bárbara es una mujer hermosa, pero a sus 53 años siente el peso de la edad y las inseguridades que vienen con ella. Ha sido madre, esposa, y ha enfrentado infidelidades que han afectado su autoestima, algo con lo que tantas mujeres pueden relacionarse. “Todas hemos tenido ese dolor de una infidelidad”.

También hace énfasis en cómo muchas mujeres han sido criadas en ambientes represivos.

“Todas, casi todas, hemos tenido comportamientos machistas sin darnos cuenta”, manifiesta.

Acabar con los tabúes

La sexualidad femenina sigue siendo un tema rodeado de tabúes, y para Glottman sucede especialmente por el miedo que genera en quienes no comprenden su verdadero poder.

“Una mujer que se sabe poderosa sexualmente, lo es poderosa en todo. Tú ves entrar a una señora costeña, alegre, fuerte, y eso es poder sexual”.

Enfatizando en que la educación es factor clave para desarrollar estos tabúes, espera tener muchas lectoras que logren normalizar su sexualidad.

“Es de liberación y la liberación siempre deja grandes lecciones”, sostiene.