El río Magdalena, la gran vena que llena de vida a Colombia, es un protagonista constante en la narrativa del reconocido escritor colombiano William Ospina. Es por ello que el también poeta fue invitado a la COP16, para reflexionar acerca del peligro constante al que está sometido este importante cuerpo de agua.
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Este encuentro internacional, dedicado a abordar los retos ambientales globales, contó con la presencia de Ospina, quien en su intervención destacó la conexión que los pueblos originarios colombianos mantenían con la naturaleza y la importancia de recuperar esa relación en la actualidad.
Para el autor de libros como Ursúa, El país de la canela y La serpiente sin ojos, el río no es solo una fuente de agua o un recurso explotable, sino una entidad viva que conecta cultural y espiritualmente a las comunidades.
“Durante milenios, los pueblos indígenas mantenían con el río Magdalena una relación de cordialidad, de respeto y de gratitud. En la actualidad, sin embargo, el río está envenenado y moribundo, y la cultura que le rodeaba se está perdiendo”, expresó el tolimense en su diálogo con EL HERALDO.
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Ospina denuncia que el Magdalena ha pasado de ser un símbolo de identidad a convertirse en víctima de una mentalidad de explotación económica, situación que ha degradado la vida fluvial y reducido la biodiversidad.
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Su intervención en la COP16 no se limitó a señalar los problemas ambientales, sino que incluyó un llamado a la comunidad para que se sume a las labores de recuperación: “No se trata solo de eventos para funcionarios y expertos. El compromiso debe ser profundo y de toda la comunidad, todos debemos hacer aportes significativos a esta causa”, afirmó.
Desde el ámbito literario, Ospina destaca el papel de la poesía y la literatura en la creación de conciencia ambiental. Para él, la poesía es “una manera de vivir” y una herramienta esencial para recordar la belleza y el milagro del mundo. “Todo escritor siente el deber de despertar en sus lectores una relación nueva, más poética y más bella con la naturaleza”, expresó el autor, quien considera su obra un auténtico vehículo para transmitir su deber como ciudadano y su compromiso con el medioambiente.
Literatura y conciencia
Con una carrera de casi cuatro décadas en el mundo de la escritura, William Ospina ha utilizado sus ensayos y novelas para alertar sobre la crisis ecológica que enfrenta la humanidad. Desde su colección de ensayos Es tarde para el hombre (1994), Ospina ha sido crítico de las ideas modernas de progreso, las cuales, a su juicio, han contribuido a la desconexión con la naturaleza y a la devastación de los ecosistemas.
Su reciente libro, Donde crece el peligro, es un desarrollo de esas reflexiones, con el objetivo de confrontar a la sociedad con los desafíos de preservar la vida en el planeta.
Actualmente, Ospina reveló que trabaja en una novela ambientada en la Segunda Guerra Mundial, titulada Todas las balas del mundo, una historia sobre personajes que soñaban con una paz duradera, pero que se vieron frustrados por la Guerra Fría y el ascenso de la industria militar.
“Esta novela, aunque se sitúa en el pasado, refleja mi constante preocupación por la posibilidad de construir un mundo en el que el ser humano y la naturaleza coexistan en armonía”.
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Conectando con el Caribe
El escritor oriundo de Herveo, Tolima, aprovechó su conversación con esta casa editorial para expresar su gratitud por el impacto del Caribe en su obra y en la literatura en español. Para él, el Caribe fue “el crisol donde se formó esa nueva lengua”, un espacio donde el español se transformó en una lengua universal.
Este legado caribeño, representado en figuras como Gabriel García Márquez, es a su parecer, “una fuente inagotable de inspiración para las nuevas generaciones de escritores”.
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Ospina alienta a los jóvenes escritores a abrazar la imaginación y a preservar un “lenguaje vivo”, pues, en su opinión, mientras una comunidad mantenga su creatividad, será capaz de enfrentar los dilemas más complejos.
Finalmente, instó a todos, desde los ciudadanos comunes hasta los líderes mundiales, a recordar la interdependencia entre el ser humano y el agua. “Nos gusta abrir el grifo y tener agua limpia, pero no nos preguntamos a dónde va el agua que ensuciamos”.