El calendario marcaba que era 20 de enero de 1865. Hace 160 años. Un siglo y seis décadas. La Calle Ancha, ahora Paseo Bolívar, sería testigo de un hecho que marcaría no solo a una joven Puerta de Oro, sino a su fiesta más emblemática: el Carnaval.
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Es que ese día, cuando históricamente se ha celebrado a San Sebastián, se leyó por primera vez el Bando para dar inicio a las fiestas del dios Momo, aunque, por supuesto, nada era similar a la pomposidad que sucede hora.
Otrora, más exactamente esa tarde en la Calle Ancha, el encargado de dictar los decretos, tanto civiles como de jolgorio, fue el entonces alcalde de la ciudad, David Pereira.
“Para 1864 se realizaban bailes en lo que hoy es el Paseo Bolívar, antigua Calle Ancha. En ese año el alcalde David Pereira propuso que al año siguiente ‘las fiestas fueran con gran pompa, con cruzacalles, flores, adornos de festones, música con tambores y ollas de millo y flautas de junco de papaya’, pero tal cosa no pudo acontecer, ya que el señor Pereira fue depuesto por una revolución social”, explica el sociólogo e historiador Édgar Ray Sinning en su libro Joselito Carnaval.
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El magdalenense agrega que, ya en 1865, siguiendo las tradiciones de Cartagena, capital administrativa de la que dependía Barranquilla, el día 20 de enero dedicado a San Sebastián se autorizaba formalmente a los esclavos desde la Colonia las licencias a que tenían derechos en los días del Carnaval; la capital del Atlántico hizo lo propio.
De igual forma, el dossier presentado a la Unesco para que la fiesta fuera declarada Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, recoge que el alcalde de Barranquilla, David Pereira, convocó en la Calle Ancha a todas las figuras políticas, a las personalidades y a la población para la lectura del primer bando de carnaval, a la usanza de la Europa Medieval, cuando se anunciaban los acontecimientos mediante la lectura de pregones.
“Se escucharon décimas y versos al rey Momo y algunas improvisaciones de decimeros y repentistas. Así mismo, el bando anunció que las fiestas serían de gran pompa, con cruzacalles, flores, festones de adornos, música de tambores y flautas de millo y de junco de papaya”, se lee en el documento.
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En ese sentido, el historiador Carlos Sojo detalla que “aquí se imitaba lo que se hacía en Cartagena, sacaban un bando, pero para el Carnaval, no para la fiesta de la Candelaria de la Popa. Entonces de ahí viene la costumbre del bando y eso daba el espacio para que los fines de semana pudieran ensayar. Básicamente era un permiso para que la gente se divirtiera”.
Los ‘versos salados’
Sin embargo, lo que hoy conocemos como bando, lleno de sarcasmos, sátira y más, no salió de buenas a primeras, sino que se fue nutriendo de muchas tradiciones que se tenían, una de estas son los denominados ‘versos salados’.
Así lo explicó el investigador de carnaval Moisés Pineda Salazar, quien detalló que “en el siglo XIX vamos a encontrar una tradición de versos, casi siempre versos alejandrinos, que circulaban en hojas volantes, puestos de moda por un señor de apellido De la Rosa, que se proclamó rey del Carnaval de la época de 1881, que era conservador y que tenía un virrey que era liberal, un médico de apellido Benavides y los dos empezaron esa tradición de versos de pullas, de crítica, de burla, de exponer la vida privada de la gente y contar lo que todo el mundo sabía, pero nadie se atrevía”.
Con estos versos sueltos empezó una tradición que se fue adentrando en la idiosincrasia barranquillera, pero que hacia 1885 tuvo un periodo de prohibición debido a que “el general Gaitán Obeso, en víspera de la fiesta de Reyes, invadió Barranquilla en la época de la guerra de los estados federales. El que se había inventado el cuento, el general Benavides, que sabía hasta dónde se podía llegar con esta hojita suelta circulando, se encargó de prohibirla mediante una ley de imprenta y se suspendió. Pero después de que pasó la guerra, la cosa volvió a retomar”.
El bandolero mayor
Pero, si hay alguien responsable de que la Lectura del Bando se haya afianzado en el imaginario del carnavalero es Alfredo De la Espriella, quien recogió distintas tradiciones extintas y las unió para dar un texto prolífico, que inició en 1949 y continuó, ininterrumpidamente, hasta 2008.
“Alfredo, como cronista, tomó todos estos elementos viejos, muchos de ellos desconocidos, y los articuló en uno solo”, explica Moisés Pineda.
Es así como cuando el ocaso caía el 20 de enero de 1949, todo estaba listo. El Teatro Murillo se vistió de gala y folclor para recibir, por primera vez, la Lectura del Bando del escritor y gestor cultural.
“Esos bandos de Alfredo estaban cargados de jocosidad, tenían una simpatía con el pueblo. En eso se destacaba su creatividad e ingenio. Él recurría a unos términos que hoy han desaparecido. Matacongos, maretiras, malemurcios eran algunos de los términos que más empleaba y siempre estaba pendiente de los dichos del pueblo”, explicó Alberto Martínez Pacheco, presidente de la Asociación Movimiento Cívico.
De igual forma, la investigadora cultural Mabel Gasca explicó que la principal característica de Alfredo De la Espriella no solamente en el primero, sino en todos los bandos, fue el manejo elegante del lenguaje.
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“Tenía un estilo muy particular en el que primaba la picaresca, la mamadera de gallo, el vacile, con una elegancia y una sutileza suprema. Tal vez por eso fue el favorito de las reinas, de los alcaldes, de los presidentes de la Junta del Carnaval, como se llamaba antes al grupo organizador”.
Otra de las características puntuales de ese primer bando fue la ponderación del disfraz. Incitar a que toda la ciudad se disfrazara y aquellos que incumplieran con el decreto podrían ser multados. De hecho, el mismo Alfredo De la Espriella explica este suceso en un artículo que recoge la revista Huellas de la Universidad del Norte, del año 2005, en el que escribe: “A fines del siglo pasado, acostumbraban los organizadores del Carnaval proveer a la gente de un especial salvoconducto a manera de pasaporte, el cual costaba un peso. Persona sorprendida en la calle que no mostrara el suyo era puesto preso y multado; con cuyo dinero se contribuía para los gastos generales de la fiesta. Todo esto, naturalmente, dentro de un ambiente de humor y cordialidad”.
Fue mutando
Con la llegada de Alfredo como ese ‘bandolero mayor’, este tradicional evento fue cambiando. Fue adquiriendo más relevancia y lo primero que hizo fue cambiar de fecha, pasó a hacerse, inicialmente, el sábado más cercano al 20 de enero.
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Así ocurrió en 1982, siendo el 23 de enero la fecha elegida. La reina Mireya Caballero lo leyó en el Paseo Bolívar y tocaron las orquestas Superstar y Alma Latina.
“Al primero que se le ocurre cambiar la fecha del Bando fue a mí, que estaba en la organización, para no hacerlo viernes, lunes o lo que cayera, sino que lo pasáramos al sábado. Salimos del Barrio Abajo, hicimos escala en la Alcaldía, le entregaron las llaves a la reina y nos fuimos desfilando hasta el Paseo Bolívar, con carros de mula y carruajes”, detalló Carlos Sojo,
Así fue mutando hasta que en 1995, hace 30 años, Katia Nule, leyó su Bando acompañada de una muestra coreográfica creada por Mónica Lindo.
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Luego que Alfredo De la Espriella dejara de escribir los bandos, la reina del Carnaval 2010, Giselle Lacouture, es recordada por haber escrito su propio texto, una costumbre que se institucionalizó entre las soberanas del Carnaval de Barranquilla.