“Tía, me falta la corona. Así no puedo salir. Disculpen señores periodistas, pero yo soy la reina de El Cañonazo y necesito mi corona”, dijo Ivanna Altamar irradiando aquella dulzura de la infancia con la autoridad de quien sabía que sería la protagonista de la tarde.
La aureola apareció rápidamente. Una reina nunca espera, y mientras su tía, Nuribeth Altamar, le ponía la joya en la cabeza, sus expresiones de felicidad no se hicieron esperar: “No lo puedo creer, en serio, no lo puedo creer, soy la reina”.
Y sí, es la soberana, la más joven de una cumbiamba que lleva más de 70 años llenando de vida y tradición las calles de Barranquilla. Su legado no es cosa menor: Ivanna representa la quinta generación de esta agrupación folclórica que, desde Barrio Abajo, es sinónimo de cumbia y alegría.
Eran las 3:20 p. m., y la fuerte brisa de enero hacía de las suyas, tumbando incluso el sombrero de Rafael Altamar, director de la cumbiamba y rey Momo en 2010.
Sentado en la terraza de la casa ubicada en la carrera 51 No.48-17, marcada con un cartel que reza “abran paso que ahí viene El Cañonazo”, Don Rafael miraba orgulloso a su nieta, quien, con sus labios rojos y vestida de cumbiambera, le preguntaba:
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—Abuelo, ¿cómo me veo? Mírame los labios rojos.
El ritmo de los tambores no tardó en aparecer. En un abrir y cerrar de ojos, la pequeña Ivanna ya estaba moviendo sus caderas al son de la flauta de millo, con una gracia que pareciera venirle de nacimiento. Y, en efecto, lleva la cumbia en la sangre.
¿Y cómo no? Nació el 9 de febrero de 2018, un día previo al Sábado de Carnaval de aquella época. Cuando salió de la barriga de su madre, ya estaba lista para vestirse de cumbiambera.
—Yo siento que bailo cumbia desde antes de nacer. En realidad desde los 2 años, pero ustedes me entienden.
Un encanto en la Vía 40
Sus pilas parecen no desgastarse. Daba vueltas de un lado a otro, pero siempre dispuesta a las sugerencias. Aunque sabe que es un niña, ver a su tía maquillada la inspira a querer verse como ella.
—Tía, yo también quiero brillitos en los ojos”. Nuribeth le responde: “Estás muy pequeña todavía. Cuando estés grande, te podrás maquillar todo lo que quieras”.
A pesar de la respuesta, la pequeña no se da por vencida. Se contenta con unos labios rojos que le pintaron minutos antes y un sutil rubor que ilumina sus mejillas. Lleva un tocado de flores en la cabeza, grande y colorido, pero no parece molestarle. Al contrario, lo luce como si fuera la mismísima reina del Carnaval, con esa gracia natural que solo las niñas costeñas poseen.
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Tiene el corazón lleno de emoción y los pies listos para marcar los pasos de cumbia. Esta niña barranquillera, con un alma más grande que su pequeño cuerpo, cuenta los días para que llegue el Sábado de Carnaval. En su mente ya se imagina en el Cumbiódromo de la Vía 40, donde la pista de cemento se transforma en su escenario más soñado.
Y es que tampoco ve la hora de repartir besos a diestra y siniestra. Porque sabe que apenas la vean con ese desparpajo natural, con el brillo en los ojos y la picardía que se le escapa, todos quedarán encantados.
“Me gusta mucho tirar besos. Cuando estaba pequeña no sabía, pero ahora lo hago espectacular”, decía entre risas, mientras el video captaba este tierno momento.
Amor genuino
Si algo saca una sonrisa más grande que el río Magdalena es ver a Ivanna bailando cumbia. Esta pequeña, con un talento que promete ser la sensación del Carnaval, disfruta mover los pies al son de tambores y gaitas, pero lo que más le llena el corazón es hacerlo junto a su abuelo.
Don Rafael estaba sentado, y aunque no tomaba ninguna limonada , al verlo tan relajado y sin preocupaciones, no pudo quedarse callada.
—¡Ajo, abuelo! ¿Sigues tomándote la limonada? Ven a baila’.
Aunque al principio el abuelo se hacía el difícil, Ivanna sabía cómo convencerlo. Se plantó frente a él, hizo como si tuviera una vela en la mano y comenzó a espantarlo con ese gesto típico de la cumbia, mientras le marcaba el ritmo con los pies.
¡Y vaya que sabe los pasos! Junta los pies con precisión, mueve las caderas con gracia y no olvida esa mirada altiva que toda cumbiambera debe tener.
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Solo risas se escuchaban en la terraza, Don Rafael no dejaba de maravillarse cada vez que Ivanna hablaba.
—Tengo una belleza que tiene 6 años, ¡y qué te digo! Es una cosa de locos verla bailar. Ella ya tiene el ritmo y la gracia en las venas. El Domingo de Carnaval la voy a llevar a la Vía 40 para que el mundo la vea, y vamos a tomarnos fotos con las cinco generaciones de la cumbiamba. Esa niña es la nueva sensación de la fiesta.
Con aquella dulzura, Ivanna mira a su abuelo. Las cámaras no le intimidan y con ternura expresaba:
—Yo a mi abuelo lo quiero mucho porque por él bailo cumbia. Es mi mejor parejo y siempre lo será. Cuando sea reina, yo voy a bailar de todo. Voy a bailar mapalé, pero luego cumbia porque la cumbia es mi trabajo.
Y es que Ivanna, además de ser una talentosa cumbiambera, tiene un carisma que conquista corazones. Habla y se mueve como si hubiera nacido en pleno Cumbiódromo.
“Esa pelaita es un espectáculo. Tiene la gracia y el ritmo de los Altamar. Cuando dice que la cumbia es su trabajo, uno no puede más que aplaudirle, porque lo dice con toda la seriedad del mundo”, cuenta su abuelo.
“Inquieta, pero responsable”
Cuando Ivanna corretea inquieta por la terraza del barrio, hay una sola persona capaz de calmarla: su tía, Nuribeth. Con paciencia y cariño, ella sabe cómo enfocar la energía de esta pequeña reina.
—Ivanna llegó a nuestra cumbiamba en Carnaval. Mi mamá siempre decía que esa niña estaba hecha para esto, y cómo no, si nació un febrero, el mes del Carnaval. No podía salir de otra manera, cumbiambera tenía que ser y ahora lo es.
Si algo tiene Ivanna Altamar, además de su innegable gracia para la cumbia, es una imaginación que no se le queda atrás. Con apenas 6 años, esta pequeña barranquillera ya habla como una grande y sueña como toda una soberana, porque en su mente, ser reina del Carnaval de los Niños no es un deseo, ¡es un hecho!
Ivanna vive con el corazón en el Carnaval, pero también con los pies bien puestos en sus estudios. Está próxima a cursar segundo grado en la Escuela Normal Superior La Hacienda y ama todas las materias.
“Mira, yo estudio ciencias, matemáticas, lenguaje… la yuca, la papa”. La ocurrencia de Ivanna desata risas mientras ella, seria y segura, pasa de las materias del colegio a hablar de su comida favorita.
—¡Las pastas! ¡Y ya me dio antojo! Quiero pastas, por favor.
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Durante sus vacaciones, cuenta que “estudia todos los días, hasta la noche”. Pero no todo es libros y números. También lee Harry Potter, La Bella y la Bestia, y, cuando se cansa de estudiar, se dedica a bailar.
“Pongo música y hago ejercicio. Soy muy deportista ¿sabes? En Educación Física bailo y me muevo como loca”.
Pero si algo la emociona más que las Matemáticas o el ejercicio es la idea de ser la reina del Carnaval de los Niños. No necesita que se lo pregunten dos veces:
“Yo ya soy reina, yo lo sé. Soy la reina del Carnaval de los Niños”.
Y cuando le mencionan la posibilidad de tener su propia carroza en la Vía 40, se imagina saludando a todos desde lo alto.
“¡Sí! Me muero. Sería solo yo, nadie más, porque yo soy la reina de la fiesta”.
Sonriendo, toma las manos de su abuelo, anhelando que él la vea por muchos años más portando su codiciada corona. ¡Abran paso, que ahí viene Ivanna y El Cañonazo!