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Lo cargan como si pesara más que nunca. Lo cargan como si la muerte doliera hoy más que hace dos mil años. Y lo hacen porque lo aman, sin quejarse, sin detenerse, mientras la ciudad, de pie y en silencio, lo ve pasar.

Eran las 4:40 p.m. del Viernes Santo. La Catedral Metropolitana María Reina abre sus puertas y aparece la escena que desde hace 25 años cobra vida en este emblemático templo: la urna del Santo Sepulcro.

Cuatro ángeles de bronce lo escoltan desde las esquinas, mientras los cargueros imponen toda su fuerza para moverlo de un lado a otro.

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Delante de ellos, monaguillos en compañía del párroco de la Catedral, Álvaro García y una gran cantidad de feligreses que se disponían a seguirlo. Todos custodiados por la banda de la Policía Nacional.

La imagen es impactante. El Cristo tendido, con heridas abiertas, yace dentro de un féretro de madera labrada y vidrio pulido. Parece dormir, pero es una muerte que duele. La sangre corriendo por su cuerpo, la corona en la frente y los pies clavados aún, conmovían a todo aquel que lo observaba.

Y allí, bajo el sol que aún se asomaba, una mujer sostenía un rosario entre los dedos. Se trataba de Alba Rosa Cantillo, tiene 67 años y vestía de blanco. Asiste a esta procesión desde hace ocho años sin faltar uno solo. Dice que lo hace por promesa y por fe, pero también por memoria.

“Cada Viernes Santo venimos a acompañarlo en su entierro porque esto es recordar que Jesús murió por nosotros, por eso lo seguimos como lo siguieron los que no le dieron la espalda. Uno viene a sentir el peso del dolo, pero también de la esperanza”.

Orlando AmadorEsta procesión celebra 25 años de tradición.

Y es que este día podría denominarse el más oscuro de la historia cristiana, pues se conmemora la Pasión y Muerte de Jesucristo. Es la fecha en que el Hijo de Dios fue entregado, azotado, burlado y crucificado. Por eso la procesión del Santo Sepulcro se hace para acompañar su descenso al silencio y revivir el momento en que el cuerpo de Jesús fue bajado de la cruz y llevado hasta el sepulcro de José de Arimatea, rodeado de llanto y de una madre rota de dolor.

El pueblo creyente continúa caminando con el Cristo muerto. Ya se ha avanzado desde el templo, y Alfredo Murillo no ha dejado de agarrar la mano de su nieto de 7 años, quien lo ha acompañado desde el inicio. Con una botella de agua y una sombrilla caminan por la carrera 50 viendo a todos agradecer al cielo.

“Esta es nuestra manera de decirle: no te olvidamos. De confesar, en silencio, que seguimos creyendo, incluso cuando parece que todo ha terminado y me traje a mi nieto por segunda vez porque me parece que así es que se vive la Semana Santa y se recuerda un día tan doloroso al que dio la vida por todos nosotros”.

A 25 años del primer paso

El duelo se sentía, tal como cuando se pierde a un ser querido. Todos marchaban en silencio como cada año, pero en esta ocasión había algo especial. En la Catedral Metropolitana María Reina de Barranquilla, la procesión del Santo Sepulcro celebró sus 25 años de existencia.

La Catedral, moderna y joven en comparación con los templos antiguos de San Nicolás o San Roque, no contaba con esculturas sacras para representar la muerte de Cristo. Incluso, el colegio San José tiene su propia procesión, que este 2025 cumple 110 años. Por eso, hasta ese momento, el templo madre de la ciudad vivía el Viernes Santo sin recorrer las calles. Pero en el 2001 todo cambió.

“La iglesia de San Nicolás estaba en restauración. Entonces su párroco llamó al padre Claudio, impulsor de esto, quien era párroco de la Catedral en ese momento y le pidió que la procesión del Santo Sepulcro, que era tradición de allá, saliera desde la Catedral mientras terminaban los arreglos. Y así fue: ese año la procesión salió, pero con imágenes prestadas”, dijo Alexis Lozano, coordinador de la Cofradía del Santo Sepulcro de la Catedral.

Esa noche dejó sembrada la inquietud. “El padre Claudio dijo: ‘¿Y por qué nosotros no tenemos nuestra propia procesión?’. Entonces tocó puertas, habló con unas señoras de la sociedad barranquillera, las hermanas González Rubio, que tenían una imagen antigua de Cristo muerto. Ellas accedieron a donarla con escritura y todo, y el cura mandó a hacer un Santo Sepulcro nuevo, adecuado para esa imagen. La restauraron y así nació la cofradía”.

En el año 2001, salió por primera vez desde la Catedral la imagen propia del Cristo yacente, dentro del Sepulcro de vidrio, bajo el abrigo de los cargueros fundadores. Así se instituyó la que hoy es una de las procesiones más conmovedoras de la ciudad, enmarcada en la arquitectura de una iglesia joven que logró construir su tradición desde cero.

“Desde entonces han pasado ocho sacerdotes por la Catedral, y todos han mantenido la procesión. El padre Álvaro ya va por su segunda vez. Pero esa primera ve, ese se primer paso en 2001 no se me olvida nunca”, expresó.

Incluso, recuerda el recorrido al que muchos transeúntes se sumaban. “Salíamos a la 53, volteamos por las 45 y subíamos casi hasta las 60 para encontrarnos con otra procesión de la iglesia del perpetuo socorro. Después volteamos ahí en las 60 y 61 hasta las 50, en las 50 bajábamos por todas las 50 y nos encontrábamos con la iglesia del Carmen”.

Esta vez, tuvo su inicio en el atrio de la Catedral Metropolitana frente a la plaza de la Paz, sobre la calle 53, se dirige a la derecha en la carrera 45 hasta llegar a la calle 55.

El recorrido continúa hasta la carrera 50, luego gira a la derecha para continuar por la carrera 50 hasta la calle 53, posteriormente gira a la derecha y llega nuevamente al punto de partida.

Tradición de herencia española

Francisco Otero saludaba a sus compañeros y se emocionaba al recordar sus primeros años en esta cofradía. Este grupo proviene de la antigua hermandad española de los Caballeros del Santo Sepulcro, con vínculos históricos con ciudades como Zaragoza, Tenerife y Barcelona.

“Yo soy ciudadano español, mis padres fueron inmigrantes. Desde niño estuve vinculado a la iglesia San Nicolás y luego ayudé a fundar este grupo. Hoy seguimos esa tradición que heredamos de nuestros mayores”.

Orlando AmadorLos fieles se congregaron también en el interior de la Catderal.

La estructura pesa más de una tonelada. Está hecha de madera comprimida y fue donada por la familia González Rubio. Está decorada con rayos de diseño español.

“Algunos llegaron por sus padres, otros por amigos, otros porque le pidieron algo al Señor y cumplieron. Lo cierto es que todos lo hacemos con el corazón”.

Fe que se organiza

A los 65 años, Cristian Vergel no necesita cargar físicamente al Cristo yacente para sentirlo en sus hombros.

“Mi madre fue una de las Damas del Sagrado Corazón. Yo crecí al lado de la catedral, en la calle 48 con carrera 46. Era natural que terminara vinculado a la parroquia. Es un legado familiar que decidí continuar”.

Para Vergel, el Viernes Santo es una forma de educar el alma. “Conmemorar la muerte de Cristo es recordar el sacrificio más grande de amor que se ha hecho por la humanidad. Fue la obediencia absoluta al Padre, hasta el último suspiro”.

Un doloroso encuentro

Hay dolores que tienen nombre. El que pierde a su esposa es viudo. El niño que queda sin padres es huérfano, pero cuando una madre pierde a su hijo, no hay palabra que lo defina. “Porque es un dolor tan desgarrador, tan indescriptible, que el idioma se queda corto. Y María, la madre de Jesús, vivió ese dolor sin nombre al pie de la cruz”, expresó el párroco de la Catedral, Álvaro García.

Ese momento en la procesión había llegado, justo a las 5:25 p.m. cuando en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen salió la imagen de la Virgen en su advocación de la Dolorosa, junto con los sacerdotes, servidores y acólitos del templo.

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María aparece con el rostro dolido, acompañada de cantos y velas. “Aunque después se le conoce como Nuestra Señora de la Esperanza, en este momento es la Dolorosa, la madre que acompaña al hijo hasta la tumba. Y lo hace con humildad, fidelidad, pero sobre todo la valentía”.

Durante el recorrido, el Cristo muerto va al frente, en su urna de cristal. La Virgen camina detrás, como lo hizo hace más de dos mil años. “Seguramente, María también sintió miedo desde el principio. Desde que el ángel le anunció su misión. Y luego, cuando Jesús ya era un hombre, escuchaba decir que estaba loco, que andaba con pecadores, que lo iban a apresar. Hasta que todo se cumplió. Y ella, sin perder su humanidad, guardó todo en su corazón”.