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El padre Johan Ascendra no necesita púlpito para evangelizar. A veces lo hace desde el medio campo, con un pase, una jugada solidaria o una sonrisa que comparte con colegas en una cancha de fútbol. Es sacerdote, pero también es hincha empedernido de Junior, y promotor de una fe que en vez de encerrar es capaz de liberar.

A las 4:30 de la mañana ya está en pie, prepara café, saluda al Santísimo en su pequeña capilla (La Transfiguración del Señor), camina o va al gimnasio, y luego se lanza a la jornada. Así comienza el día de este padre, barranquillero de nacimiento y de corazón, sacerdote desde hace 16 años y un profundo evangelizador.

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No hay nada de monótono en su rutina. Más allá de las reuniones pastorales, confesiones, eucaristías y dirección espiritual, también hay espacio para patear el balón, emocionarse con un partido y hacer del deporte una conexión con los jóvenes. Porque el padre Johan no cree en un sacerdocio encerrado, serio o distante. Su fe se expresa con alegría, con movimiento, con cercanía.

JOSEFINA VILLARREALHERRERAEl padre Johan se caracteriza por manejar un buen discurso.

“Ser sacerdote no es aburrido. Yo entré al seminario en el 2001, motivado por el deseo de servir, pero sobre todo por todo lo que vi en mi juventud. Mi parroquia, San Carlos Borromeo, fue como una esperanza en medio de la oscuridad que vivíamos muchos jóvenes. Drogas, pandillas, violencia y allí encontré un camino diferente”.

Ese camino lo llevó al altar, pero también a las calles y barrios donde hoy trabaja sin descanso como director de la Pastoral Social y del Banco de Alimentos. Desde ahí articula la caridad de la Iglesia: asistencia a familias vulnerables, atención a necesidades urgentes, escucha activa y, sobre todo, presencia.

“La Pastoral Social es el rostro social de la Iglesia. Es caridad, es compasión, es salir al encuentro del que sufre y esta es una misión que disfruto mucho”.

Hace más de diez años, la Iglesia en Colombia organizó un torneo llamado ‘Copa de la Fe’, un campeonato nacional que reúne a sacerdotes de distintas diócesis, incluyendo la Arquidiócesis de Barranquilla, que cuenta con su propia selección clerical. Pero el amor por el fútbol, en el caso del padre Johan, nació mucho antes de ese torneo.

“Nosotros ya nos reuníamos los lunes festivos para jugar. Íbamos a parroquias donde nos invitaban, hacíamos partidos amistosos y hoy lo hacemos todos los lunes, de 3 a 5 de la tarde. Allí me encuentro con todos y es una experiencia fantástica”.

Y es que la vocación religiosa jamás fue obstáculo para seguir con esta pasión que le fue naciendo desde pequeño. “Desde chico siempre me gustó todo el tema del deporte. Practiqué capoeira y judo, y en el colegio jugaba fútbol. Como era delgado y corría mucho, me pidieron ser delantero. Y como corría mucho, hacía goles”.

Juniorista de cuna

La pasión por el Junior, esa fe que no se aprende en los seminarios, la lleva tallada en el alma desde la cuna. “Siempre he sido hincha del Junior, siempre. Cuando la gente me pregunta de qué equipo soy hincha, digo: Junior y la Selección Colombia”.

Tiene grabado en su memoria un partido que marcó el inicio de esta historia de amor con el equipo rojiblanco. “El día que le ganamos a América 3 a 2, yo tenía unos 13 años, fue en 1993, eso fue una locura que nunca lo he olvidado”.

CortesíaEl religioso fue padrino de confirmación de Sebastián Viera.

Los caminos de Dios, dicen, son misteriosos, pero a veces también son precisos. En 2016 o 2017, en un rosario, conoció a Sebastián Viera, el mítico exarquero uruguayo del Junior. “Desde ahí nos hicimos muy cercanos, muy amigos. Fui su padrino de confirmación, lo casé, he bautizado a sus hijos. Siempre he estado ahí”.

A través de Viera, vivió el fútbol desde las entrañas del equipo que ama. “Lo acompañé en momentos muy complejos, como en 2018, esa final en Medellín. Yo vivía allá, así que fui al hotel a acompañarlo”.

Hoy, conserva una camiseta de aquel año, firmada por varios jugadores. La muestra con orgullo, como si fuese una reliquia de fe futbolera. “Dios me ha permitido y me ha regalado estar cerca de ese equipo que siempre voy a apoyar, que siempre nos hace sufrir, que siempre nos hace llorar, pero que también nos da muchas alegrías”.

“Yo soy sacerdote, pero también soy barranquillero, costeño. A algunos sacerdotes les gusta el fútbol, como a mí, a otros les gusta cantar. Hay sacerdotes que escriben, otros que practican deportes, somos tan diversos como cualquier comunidad. Yo soy sacerdote, pero también soy un costeño que ama el Junior”.

JOSEFINA VILLARREALHERRERAEl padre Johan divulga sus pasiones a través de las redes sociales.

Evangelizar en las redes

Su misión no termina en el campo. También ha hecho de las redes sociales un púlpito moderno desde donde comparte reflexiones de fe en formatos ágiles y cercanos. “El papa Francisco nos ha dicho que las redes no son solo medios, son también espacios. Espacios reales, aunque sean virtuales”.

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Hoy, su mensaje diario llega a través de TikTok, YouTube, Instagram, Facebook y cadenas de WhatsApp, con videos de menos de un minuto que resumen la enseñanza del Evangelio. “Es un mensaje que llega a todos, no solo a los jóvenes. La idea es que lo escuchen en familia, que se comparta”.