Desde su elección como el primer papa latinoamericano en marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio, quien eligió llamarse Francisco, en honor a San Francisco de Asís, para trabajar por “una iglesia de pobres y para los pobres”, durante su papado de 12 años logró remover los cimientos de la Iglesia católica con una serie de decisiones y discursos que lo convirtieron en una figura admirada y controvertida.
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Su liderazgo estuvo guiado por un claro mensaje: la Iglesia no puede quedarse en el mármol frío de sus templos, sino que debe salir a las periferias, caminar con los pobres y abrazar a los excluidos.
A diferencia de sus antecesores, Francisco no tuvo temor alguno en abordar temas considerados tabúes dentro de la Iglesia.
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Con una actitud muy pastoral alzó su voz contra los escándalos de pederastia que durante décadas han manchado la imagen del clero. Lejos de encubrir, como ocurrió en otros tiempos, durante su periodo promovió investigaciones internas, sanciones ejemplares y una mayor cooperación con la justicia civil.
Francisco incluso dispuso de una reforma de la poderosa Congregación para la Doctrina de la Fe, para agilizar los procesos acerca de temas disciplinarios.
El doctor en derecho canónico, Hernán Olano, se refirió a este aspecto en específico. “Fue reformista porque modificó tres veces el Código de Derecho Canónico, algo que parecía intocable desde que fue expedido 1983, como segundo código de la iglesia (…) Además, durante su papado se implementó la política de tolerancia cero frente a los casos de abuso y la creación de la oficina del buen trato”.
“Esto ha permitido precisamente auditar los procesos y a su vez también dar a conocer a las autoridades lo concerniente para que no se queden solo en las investigaciones del derecho penal canónico, sino también del derecho penal ordinario en cada uno de los países”, agregó el jurista.
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Contra la corrupción
En cuanto a las estructuras internas del Vaticano, emprendió reformas profundas. Su lucha contra la corrupción en la Curia Romana, especialmente en torno al manejo del Banco del Vaticano, le granjeó enemigos poderosos. Pero su objetivo estuvo enfocado en sanear las finanzas eclesiales, evitar los escándalos y recuperar la confianza de todos los fieles.
De hecho en 2019 permitió que por primera vez el Banco del Vaticano tuviera auditores externos. De esta manera, el que fuese jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano, generó un revolcón.
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También introdujo cambios litúrgicos que apuntan a una Iglesia más cercana, menos rígida. Promovió la simplicidad en las celebraciones, el uso de lenguas locales y pidió a los sacerdotes “oler a oveja”, es decir, vivir en contacto directo con el pueblo.
Durante sus 12 años como líder de la Iglesia Católica, Francisco enfrentó resistencias internas, sin embargo, mantuvo una línea coherente: el Evangelio no es una ideología, sino una propuesta de vida centrada en la misericordia, la justicia y el amor al prójimo.
Un papa incluyente
Pero quizá uno de los campos en los que más chocó con sectores ultraconservadores fue el de la inclusión.
Francisco abogó insistentemente por una Iglesia abierta, que no excluya a nadie por su orientación sexual, género, origen o situación migratoria.
Su defensa de los derechos de la comunidad LGBTI generó reacciones encontradas dentro del Vaticano. Aunque el magisterio de la Iglesia no ha cambiado sustancialmente, el solo hecho de que el Papa reconociera públicamente que las personas homosexuales “tienen derecho a estar en una familia” ha marcado un antes y un después.
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Uno de los gestos más significativos en esta línea ocurrió durante el viacrucis del Viernes Santo del año pasado, cuando en una de las estaciones se incluyó a una pareja homosexual. La imagen fue poderosa, disruptiva y profundamente simbólica: por primera vez, el sufrimiento de quienes han sido rechazados por la Iglesia encontraba un lugar en la liturgia más solemne del año católico. Fue una declaración de principios, aunque no exenta de polémica.
Antonio José Sarmiento, secretario asistente del provincial de los Jesuitas en Colombia, dijo que el papado de Francisco se caracterizó por haber puesto el foco en temas que los expertos religiosos llaman de ‘frontera’.
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“Francisco se preocupó por unas poblaciones tradicionalmente excluidas de la Iglesia como la población Lgbti, de los divorciados vueltos a casar, los que él llama los ‘descartados’ de la sociedad y del sistema, excluidos por una poderosa máquina económica que genera pobreza, miseria y marginalidad en varios miles de millones de seres humanos”, dijo el sacerdote jesuita que fue profesor y directivo de la Pontificia Universidad Javeriana.
Francisco también ha abogado por un papel más activo de la mujer dentro de la Iglesia. Aunque no se ha dado el paso hacia el sacerdocio femenino, ha abierto puertas a su participación en cargos administrativos y ha creado comisiones para estudiar el diaconado femenino. En un mundo donde las desigualdades de género siguen marcando la vida cotidiana, sus palabras han sido un aliento para muchas creyentes que durante siglos sintieron que su voz no era escuchada.
De hecho en enero de este año, designó a la monja Simona Brambilla como perfecta del dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de vida Apostólica.
Defensor de los migrantes
Otro frente en el que batalló con firmeza es el de los migrantes.Francisco se convirtió en una de las voces más insistentes en denunciar el drama de los desplazamientos forzados y en pedir una acogida digna.
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“No debemos ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados”, dijo en un mensaje que dirigió a los obispos y sacerdotes que cumplen con su misión pastoral en EE.UU.
Su discurso fue clave en una época en la que el nacionalismo y la xenofobia crecen en muchos países, al punto que esta postura se consideró un verdadero llamado a la hospitalidad.
El diálogo interreligioso
Francisco también abrió la Iglesia al mundo de una forma que ningún otro papa lo había hecho.
Tuvo constantes acercamientos a otras religiones, incluyendo encuentros históricos con líderes del Islam y del judaísmo. Por ejemplo, firmó un documento sobre la fraternidad humana con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmed al-Tayeb, promoviendo la paz y la convivencia entre personas de diferentes credos.
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Tuvo un encuentro histórico con el principal líder religioso chiita en Irak, el ayatolá Ali Al Sistani. Allí Francisco subrayó “la importancia de la colaboración y amistad entre las comunidades religiosas para que, cultivando con respeto recíproco el diálogo contribuya al bien de Irak, de la región y de la comunidad alrededor del mundo”.