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En el día a día, quienes llevan agendas muy apretadas y deben organizar su tiempo al minuto suelen ser, irónicamente, los más propensos a llegar tarde.

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Ya sea a una cita, reunión o al trabajo, la impuntualidad se convierte en una constante que, en el ámbito laboral, puede tener repercusiones legales.

En el país, el Código Sustantivo del Trabajo (CST) establece lineamientos claros frente a los incumplimientos de horario. Si llegar tarde se vuelve una práctica habitual, pueden aplicarse distintas sanciones, dependiendo de la frecuencia, la duración del retraso y las normas internas de cada empresa.

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Tipos de retraso y sus consecuencias

Retraso leve: sucede cuando la impuntualidad no afecta de forma significativa el desarrollo de las actividades laborales. Generalmente, no conlleva sanciones, pero puede generar llamados de atención si se repite.

Retraso grave: es una tardanza considerable que afecta el funcionamiento del equipo de trabajo o de la empresa. En este caso, pueden aplicarse sanciones formales.

Retraso reincidente: ocurre cuando los retrasos son frecuentes, lo cual evidencia una falta de compromiso. Esto puede llevar a medidas disciplinarias más severas, incluyendo la posibilidad de despido.

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¿Pueden despedirlo por llegar tarde?

Sí, pero no de forma inmediata. Según el artículo 60 del CST, las llegadas tarde reiteradas, sin justificación válida, pueden ser motivo de despido con justa causa. Para que esto ocurra, la empresa debe seguir ciertos pasos, como la notificación formal del incumplimiento al trabajador, seguimiento del comportamiento para verificar si el problema persiste, y la terminación del contrato si se demuestra una conducta repetitiva y sin corrección.

Es decir, aunque llegar tarde ocasionalmente puede entenderse como un “error humano”, pero convertirlo en una práctica habitual puede poner en riesgo su estabilidad laboral.