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Marie Tharp fue la persona que creó el primer mapa científico de todo el suelo oceánico en una época donde el océano, en sí mismo, era un completo misterio.

Así como se describió en el doodle interactivo de Google, de este lunes, 21 de noviembre, Marie Tharp fue una geóloga y cartógrafa cuyos innovadores mapas cambiaron la forma de ver el planeta.

El trabajo de Marie sentó las bases para la investigación sobre las placas tectónicas que continúa hasta el día de hoy y que permitió aclarar cómo se mueve y cambia la Tierra con el paso del tiempo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos las mujeres tuvieron que tomar los trabajos que dejaron los hombres mientras luchaban en el frente, por lo que se animó a muchas mujeres a que eligieran títulos masculinos.

Como una buena dibujante, Tharp se graduó en Geología de la Universidad de Michigan en 1944.

Tharp y sus mapas: un cambio de paradigma

A mediados de 1953 los científicos comenzaron a estudiar el océano con el sonar, un invento entonces reciente. Estos usaron el sonido para analizar el fondo marino y emplearon el rebote de las ondas de sonido para calcular la profundidad.

Durante las primeras etapas de la investigación de Marie, los capitanes de los barcos eran supersticiosos en cuanto a llevar mujeres a bordo, por lo que el trabajo de creación de mapas que realizaba Marie dependía completamente de los informes de su colega Bruce Heezen y el resto del equipo de investigación

Gracias a los datos de Bruce, Marie diseñó ocho perfiles del fondo fel océano Atlántico y después de analizar los datos, Marie descubrió que todos sus mapas de altura mostraban la misma profundidad.

Ante la aparente presencia de una falla oceánica, indicio de deriva continental, Marie volvió a realizar el trabajo recibiendo los mismos datos.

Su colega, Howard Foster, había estado haciendo un mapa de la actividad sísmica de la misma área, por lo que decidió superponer los mapas y los patrones coincidieron.

Marie y Bruce comenzaron a publicar artículos y dar charlas sobre su descubrimiento, pero la comunidad científica seguía sin estar convencida, por lo que acudieron a usar cámaras submarinas.

Finalmente, la evidencia mostró la existencia de la dorsal mesoatlántica y su valle de fallas, trabajo que le otorgó credibilidad a Marie y Bruce, quienes continuaron trabajando en la ciencia por el resto de sus vidas.