Su corazón late tan fuerte como las ganas que tiene de seguir respirando, de ver la sonrisa de su esposo e hijos cada mañana, de contemplar el amanecer mientras se toma una taza de café, y otras acciones que pueden parecer simples, pero que para Gloria Espinosa representan toda una fortuna de la vida, de aquellas que se pueden acabar en un segundo por un diagnóstico que nunca quisiera ser revelado.
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Barranquillera, administradora de empresas, pero sobre todo es una valiente que mira con positivismo los embates de la vida.
Padecer de liposarcoma mixoide ha sido su batalla más dura. Este tipo de cáncer poco frecuente que se forma en las células que almacenan la grasa en el cuerpo es hoy su mayor infortunio, pero no su fiel representación.
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En 2012 inició una batalla que no había solicitado, pero que enfrentó con una valentía digna de admiración. Durante siete años, Gloria luchó contra la enfermedad con todas sus fuerzas, logrando mantenerse firme y esperanzada. Sin embargo, en 2020, el cáncer volvió, más agresivo y despiadado.
“Busqué la acupuntura y aceites esenciales para calmar el dolor. Así comenzó todo esto como de asimilar que ya me tenía que ir de este mundo”.
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Sin rendirse, Gloria encontró en estas acciones un refugio para “no quedarse en el aire”, aferrada a cualquier esperanza que pudiera encontrar.
En medio de esta nueva realidad, comenzó a asimilar lo inevitable: su tiempo en este mundo estaba llegando a su fin.
Aunque la gente a su alrededor le decía que Dios tenía la última palabra, Gloria aceptó su destino con una serenidad admirable.