Marisa Lacouture es una odontóloga barranquillera y madre adoptiva que redescubrió su pasión por las letras tras tomar un taller de escritura creativa al que, como ella dice: 'me invitaron de pura casualidad, pero nada es casualidad, llegó en el momento justo'.
El don para escribir lo heredó de su abuelo materno, del que cuenta le encantaba leer y escribir poemas que llegaban al alma.
Aunque han pasado los años, Marisa aún conserva en su casa los diarios juveniles que escribía en esa época, cada uno de ellos llenos de personajes e historias que contenían grandes dosis de amores, pasiones, sueños y en algunos casos decepciones.
Entre el baúl de sus recuerdos se encuentra atesorado lo mucho que disfrutaba esas tardes en la que su abuelo, al que le encantaba leerla, le proponía de forma perspicaz y carismática un soborno a sus escritos; dinero para tener en ahorros o salir con amigas, era la moneda de cambio que le abría la posibilidad de ejercitar su creatividad, escribiendo novelas que quedarían en la memoria de su adolescencia.